Este artículo fue publicado originalmente en Herramienta (http://www.herramienta.com.ar). El autor es parte del Consejo científico de ATTAC-Francia (la Asociación por la Tasación de las Transacciones y por la Ayuda a los Ciudadanos, un movimiento internacional que promueve el control democrático de los mercados financieros y de las instituciones encargadas de su control), director de Carré rouge y miembro del Consejo asesor de Herramienta, con la que colabora asiduamente. La exposición que da origen al texto siguiente fue realizada el 18 de septiembre de 2008. La transcripción y preparación para su publicación es de Aldo Casas.
La tesis que voy a presentar sostiene que el año pasado se produjo una verdadera ruptura que deja atrás una larga fase de expansión de la economía capitalista mundial; y que esa ruptura marcó el inició de un proceso de crisis con características que son comparables con la crisis de 1929, aunque se desarrollará en un contexto muy distinto.
Lo primero que hay que recordar es que la crisis de 1929 se desarrolló como un proceso: un proceso que tuvo comienzo en 1929, pero cuyo punto culminante se dio bastante después, en 1933, y que luego abrió paso a una larga fase de recesión. Digo esto para subrayar que, en mi opinión, estamos viviendo las primeras etapas, pero realmente las primeras, primerísimas etapas, de un proceso de esa amplitud y esa temporalidad. Y que lo que por estos días está ocurriendo y tiene como escenario los mercados financieros de Nueva York, de Londres y de otros grandes centros bursátiles, es solamente un aspecto —y tal vez no sea el aspecto mas importante— de un proceso que se debe interpretar como un proceso histórico.
Estamos frente a uno de esos momentos en los que la crisis viene a expresar los límites históricos del sistema capitalista. No se trata de alguna versión de la teoría de “la crisis final” del capitalismo o algo por el estilo. De lo que sí se trata, en mi opinión, es de entender que estamos enfrentados a una situación en la que se expresan estos límites históricos de la producción capitalista. Y aunque no quisiera aparecer como un Pastor con su Biblia marxista, quiero leerles un pasaje de El capital:
El verdadero límite de la producción capitalista es el mismo capital; es el hecho de que, en ella, son el capital y su propia valorización lo que constituye el punto de partida y la meta, el motivo y el fin de la producción; el hecho de que aquí la producción sólo es producción para el capital y no, a la inversa, los medios de producción simples medios para ampliar cada vez más la estructura del proceso de vida de la sociedad de los productores. De aquí que los límites dentro de los cuales tiene que moverse la conservación y valorización del valor-capital, la cual descansa en la expropiación y depauperación de las grandes masas de los productores, choquen constantemente con los métodos de producción que el capital se ve obligado a emplear para conseguir sus fines y que tienden al aumento ilimitado de la producción, a la producción por la producción misma, al desarrollo incondicional de las fuerzas sociales productivas del trabajo.
El medio empleado —desarrollo incondicional de las fuerzas sociales productivas— choca constantemente con el fin perseguido, que es un fin limitado: la valorización del capital existente. Por consiguiente, si el régimen capitalista de producción constituye un medio histórico para desarrollar la capacidad productiva material y crear el mercado mundial correspondiente, envuelve al propio tiempo una contradicción constante entre esta misión histórica y las condiciones sociales de producción propias de este régimen (Carlos Marx, El capital, México, FCE, 1973, vol. III, pág. 248).
Bueno, seguramente hay algunas palabras que hoy ya no utilizaríamos, como esas de “misión histórica”... Pero creo que lo que iremos viendo en los años que vendrán se dará precisamente sobre la base de que ya se ha creado en toda su plenitud ese mercado mundial intuido por Marx. Es decir, tenemos un mercado y una situación mundial diferentes a las de 1929, porque en ese entonces países como China y como India eran todavía semicoloniales, en tanto que ahora ya no tienen ese carácter; son grandes países que, más allá de que tengan un carácter combinado que requiere un cuidadoso análisis, son ahora partícipes de pleno derecho dentro de una economía mundial única, una economía mundial unificada en un grado desconocido hasta esta etapa de la historia. La cita puede ayudarnos a entender el momento actual y la crisis que se ha iniciado precisamente en este marco de un solo mundo.
Un nuevo tipo de crisis
En mi opinión, en esta nueva etapa, la crisis va a desenvolverse de tal modo que las primeras y realmente brutales manifestaciones de la crisis climática mundial que hemos visto van a combinarse con la crisis del capital en cuanto tal. Entramos en una fase que plantea realmente una crisis de la humanidad, dentro de complejas relaciones en las que están también los acontecimientos bélicos, pero lo más importantes es que, incluso excluyendo el estallido de una guerra de gran amplitud que en el presente sólo podría ser una guerra atómica, estamos enfrentados a un nuevo tipo de crisis, a una combinación de esta crisis económica que se ha iniciado con una situación en la cual la naturaleza, tratada sin la menor contemplación y golpeada por el hombre en el marco del capitalismo, reacciona ahora de forma brutal. Esto es algo casi excluido de nuestras discusiones, pero que va a imponerse como un hecho central.
Por ejemplo, muy recientemente, leyendo el trabajo de un sociólogo francés, me enteré de que los glaciares andinos de los que fluye el agua con que se abastecen La Paz y El Alto, están agotados en más de 80% y se estima que dentro de 15 años La Paz y El Alto ya no tendrán agua... y sin embargo, esto es algo que nunca se trató, nunca se discutió un hecho de tal magnitud que puede hacer que la lucha de clases en Bolivia, tal como la conocimos, se modifique sustancialmente, por ejemplo haciendo que el tan controvertido traslado de la capital a Sucre se imponga como algo “natural”, porque se acabe el agua en La Paz.
Estamos entrando a un periodo de ese tipo y el problema es que casi no se habla de eso, mientras que en los ambientes revolucionarios se sigue discutiendo de cosas que en este momento resultan minucias, cuestiones completamente mezquinas en comparación con los desafíos a los que estamos enfrentados.
Límites inmanentes del capitalismo
Para seguir con la cuestión de los límites del capitalismo, quiero llamar la atención sobre una cita de Marx, inmediatamente anterior a la ya citada: “La producción capitalista aspira constantemente a superar estos límites inmanentes a ella, pero sólo puede superarlos recurriendo a medios que vuelven a levantar ante ella estos mismos límites todavía con mayor fuerza”. Esta indicación nos introduce al análisis y a la discusión de los medios a los que se recurrió, durante los últimos 30 años, para superar los límites inmanentes del capital.
Esos medios han sido, en primer lugar, todo el proceso de liberalización de las finanzas, del comercio y de la inversión, todo el proceso de destrucción de las relaciones políticas surgidas a raíz de la crisis del 29 y de los años treinta, después de la Segunda Guerra Mundial y de las guerras de de liberación nacional... Todas esas relaciones, que expresaban la dominación del capital, pero representaban al mismo tiempo formas de control parcial del mismo capital, fueron destrozadas y, por algún tiempo, al capital le pareció que con esto se superaban los límites puestos a su actuación.
La segunda forma que se eligió para superar esos límites inmanentes del capital ha sido recurrir, en una escala sin precedentes, a la creación de capital ficticio y de medios de crédito para ampliar una demanda insuficiente en el centro del sistema.
Y la tercera forma, la más importante históricamente para el capital, ha sido la reincorporación, en tanto elementos plenos del sistema capitalista mundial, de la Unión Soviética y sus “satélites”, y de China.
Sólo en el marco de las resultantes de estos tres procesos es posible captar la amplitud y la novedad de la crisis que se inicia.
Liberalización, mercado mundial, competencia…
Comencemos por interrogarnos sobre qué ha significado la liberalización y la desregulación llevadas a cabo a escala mundial, con la incorporación del antiguo “campo” soviético y la incorporación y modificación de las relaciones de producción en China... El proceso de liberalización y desreglamentación ha significado el desmantelamiento de los pocos elementos regulatorios que se habían construido en el marco internacional al salir de la Segunda Guerra Mundial, para entrar en un capitalismo totalmente desreglamentado. Y no sólo desreglamentado, sino también un capitalismo que ha creado realmente el mercado mundial en el pleno sentido del término, convirtiendo en realidad lo que era en Marx una intuición o anticipación.
Puede ser útil precisar el concepto de mercado mundial e ir tal vez más allá de la palabra mercado. Se trata de la creación de un espacio libre de restricciones para las operaciones del capital, para producir y realizar plusvalía tomando este espacio como base y proceso de centralización de ganancias a escala verdaderamente internacional. Ese espacio abierto, no homogéneo pero con una reducción drástica de todos los obstáculos a la movilidad del capital, esa posibilidad para el capital de organizar a escala universal el ciclo de valorización, está acompañada por una situación que permite poner en competencia entre sí a los trabajadores de todos los países. Es decir, se sustenta en el hecho de que el ejército industrial de reserva es realmente mundial y que es el capital como un todo el que rige los flujos de integración o de repulsión, en las formas estudiadas por Marx.
Éste es entonces el marco general de un proceso de “producción para la producción” en condiciones en que la posibilidad para la humanidad y las masas del mundo de acceder a esa producción es totalmente limitada... y por lo tanto, el cierre exitoso del ciclo de valorización del capital, para el capital en su conjunto, y para cada capital en particular, se hace cada vez más difícil. Y por eso se incrementan y se hacen más determinantes en el mercado mundial “las leyes ciegas de la competencia”. Los bancos centrales y los gobiernos pueden proclamar que acordarán entre sí y colaborarán para impedir la crisis, pero no creo que se pueda introducir la cooperación en el espacio mundial convertido en escenario de una tremenda competencia entre capitales.
Y ahora, la competencia entre capitales va mucho más allá de las relaciones entre los capitales de las partes más antiguas y más desarrolladas del sistema mundial con los sectores menos desarrollados desde el punto de vista capitalista. Porque bajo formas particulares e incluso muy parasitarias, en el marco mundial se han dado procesos de centralización del capital por fuera del marco tradicional de los centros imperialistas: en relación con ellos, pero en condiciones que también introducen algo totalmente nuevo en el marco mundial.
Durante los últimos 15 años, y en particular durante la última etapa, se han desarrollado, en determinados puntos del sistema, grupos industriales capaces de integrarse como socios de pleno derecho en los oligopolios mundiales. Tanto en la India como en China se han conformado verdaderos y fuertes grupos económicos capitalistas. Y en el plano financiero, como expresión del rentismo y del parasitismo puro, los llamados Fondos Soberanos se han convertido en importantes puntos de centralización del capital bajo la forma dinero, que no son meros satélites de los Estados Unidos, tienen estrategias y dinámicas propias y modifican de muchas maneras las relaciones geopolíticas de los puntos clave en que la vida del capital se hace y se hará.
Por eso, otro elemento a tener en cuenta es que esta crisis tiene como otra de sus dimensiones la de marcar el fin de la etapa en que los Estados Unidos pudieron actuar como potencia mundial sin parangón... En mi opinión, hemos salido del momento que analizara Mézáros en su libro de 2001, y los Estados Unidos serán sometidos a prueba: en un plazo temporal muy corto, todas sus relaciones mundiales se han modificado y deberá, en el mejor de los casos, renegociar y reordenar todas sus relaciones con base en el hecho de que deberán compartir el poder. Y esto, por supuesto, es algo que nunca se produjo de forma pacífica en la historia del capital...
Entonces, primer elemento: uno de los métodos elegidos por el capital para superar sus límites se ha transformado en fuente de nuevas tensiones, conflictos y contradicciones, indicando que una nueva etapa histórica se abrirá paso a través de esta crisis.
Creación incontrolada de capital ficticio
El segundo medio utilizado para superar los limites para el capital de las economías centrales fue que todas ellas recurrieron a la creación de formas totalmente artificiales de ampliación de la demanda efectiva, las que, sumándose a otras formas de creación de capital ficticio, generaron las condiciones para la crisis financiera que se está desarrollando hoy. En el artículo que los compañeros de Herramienta tuvieron la gentileza de traducir al castellano y publicar (“El fin de un ciclo. Alcance y rumbo de la crisis financiera”, en Herramienta Nº 37, marzo 2008. http://www.herramienta.com.ar/modules.php?op=modload&name=News&file=article&sid=580) abordé con cierto detenimiento esta cuestión del capital ficticio y los nuevos procesos que se han dado dentro del proceso mismo de acumulación de capital ficticio.
Para Marx, el capital ficticio es la acumulación de títulos que son “sombra de inversiones” ya hechas pero que, como títulos de bonos y de acciones, aparecen con el aspecto de capital a sus poseedores. No lo son para el sistema como un todo, para el proceso de acumulación, pero sí lo son para sus poseedores y, en condiciones normales de cierre de los procesos de valorización del capital, rinden a sus poseedores dividendos e intereses. Pero su carácter ficticio se revela en situaciones de crisis. Cuando sobrevienen crisis de sobreproducción, quiebra de empresas, etcétera, se advierte que ese capital no existía... por eso también puede leerse a veces en los periódicos que tal o cual cantidad de capital “desapareció” en algún sacudón bursátil: esas sumas nunca habían existido como capital propiamente dicho, a pesar de que, para los poseedores de esas acciones, representaban títulos que daban derecho a dividendos e intereses, a percibir ganancias…
Por supuesto, uno de los grandes problemas de hoy es que en muchísimos países los sistemas de jubilación están basados en capital ficticio, con pretensiones de participación en los resultados de una producción capitalista que puede desaparecer en momentos de crisis. Toda la etapa de la liberalización y globalización financiera de los años 80 y 90 estuvo basada en acumulación de capital ficticio, sobre todo en manos de Fondos de inversión, Fondos de pensiones, Fondos financieros... Y la gran novedad desde finales o mediados de los años 90 y a todo lo largo de los años 2000 fue, en los Estados Unidos y en Gran Bretaña en particular, el empuje extraordinario que se dio a la creación de capital ficticio en la forma de crédito. De crédito a empresas, pero también y sobre todo de créditos a los hogares, créditos al consumo y más que nada créditos hipotecarios. Y eso hizo dar un salto en la masa de capital ficticio creado, originando formas aún más agudas de vulnerabilidad y fragilidad, incluso frente a choques menores, incluso frente a episodios absolutamente predecibles.
Por ejemplo, con base ena todo lo estudiado anteriormente, se sabía que un boom inmobiliario se termina, que inexorablemente hay un momento en el que, por procesos internos muy bien estudiados, se acaba; y si puede ser relativamente comprensible que en el mercado accionario existiera la ilusión de que no había límites para la subida en el precio de las acciones, con base en toda la historia previa se sabía que eso no podía ocurrir en el sector inmobiliario: cuando se trata de edificios y casas es inevitable que llegue el momento en que el boom acaba. Pero se colocaron en tal situación de dependencia que ese acontecimiento completamente normal y previsible se transformó en una crisis tremenda. Porque a todo lo que ya dije, se añadió el hecho de que durante los dos últimos años los préstamos se hacían a hogares que no tenían la menor posibilidad de pagar. Y además, todo eso se combinó con las nuevas “técnicas” financieras que traté de explicar con un grado aceptable de vulgarización en mi artículo de Herramienta, permitiéndose así que los bancos vendieran bonos en condiciones tales que nadie podía saber exactamente qué estaba comprando… hasta el fuerte estallido de los “subprime”, en 2007.
Ahora están en el proceso de desmontaje de ese proceso. Pero dentro de ese desmontaje hay procesos de concentración del capital financiero. Cuando el Bank of America compra Merrill Lynch, estamos ante un proceso de concentración clásico. Y vemos además estos procesos de estatización de las deudas, que implican la creación inmediata de más capital ficticio. La Reserva Federal de los Estados Unidos crea más capital ficticio para mantener la ilusión de un valor del capital que está a punto de derrumbarse, con la perspectiva de tener en algún momento dado la posibilidad de aumentar fuertemente la presión fiscal, pero en realidad no puede hacerlo porque eso significaría el congelamiento del mercado interno y la aceleración de la crisis en tanto crisis real. Asistimos, pues, a una fuga hacia adelante que no resuelve nada. Dentro de ese proceso existe también el avance de los Fondos Soberanos que buscan modificar la repartición intercapitalista de los flujos financieros a favor de los sectores rentistas que han acumulado estos fondos. Y esto es un factor de perturbación aun mayor en el proceso.
Quiero recordar, para terminar con este punto, que ese déficit comercial de 5 puntos del PBI es lo que ha conferido a los Estados Unidos la particularidad de ese lugar clave para la concreción del ciclo del capital en el momento de realización de la plusvalía, para el proceso capitalista en su conjunto. Enfrentados ahora a una casi inevitable retracción económica, se plantea como el gran interrogante si, en un corto lapso, la demanda interna China podrá pasar a ser el lugar que garantice ese momento de realización de la plusvalía que se daba en los Estados Unidos. La amplitud de la intervención del Tesoro es muy fuerte y logró que la contracción de la actividad en los Estados Unidos y la caída en las importaciones haya sido hasta ahora muy limitada. El problema es saber cuánto tiempo se podrá tener como único método de política económica crear más y más liquidez... ¿Será posible que no haya límites a la creación de capital ficticio bajo la forma de liquidez para mantener el valor del capital ficticio ya existente? Me parece una hipótesis demasiado optimista, y entre los mismos economistas norteamericanos, muchos lo dudan.
¿Sobreacumulación en China?
Para terminar, llegamos a la tercer manera en la cual el capital superó sus limites inmanentes, que es en definitiva la más importante de todas y plantea los interrogantes más interesantes. Me refiero a la extensión, en particular a China, de todo el sistema de relaciones sociales de producción del capitalismo. Algo que Marx mencionó en algún momento como una posibilidad, pero que sólo se hizo realidad durante los últimos años. Y se realizó en condiciones que multiplican los factores de crisis.
La acumulación del capital en China se hizo con base en procesos internos, pero también con base en algo que está perfectamente documentado, pero poco comentado: el traslado de una parte importantísima del Sector II de la economía, el sector de la producción de medios de consumo, desde los Estados Unidos hacia China. Y esto tiene mucho que ver con el grueso de los déficits norteamericanos (el déficit comercial y el fiscal), que sólo podrían revertirse por medio de una “reindustrialización” de los Estados Unidos.
Esto significa que se establecieron nuevas relaciones entre los Estados Unidos y China. No se trata ya de las relaciones de una potencia imperialista con un espacio semicolonial. Los Estados Unidos crearon relaciones de un tipo nuevo, que ahora tiene dificultades en reconocer y en asumir. Con base en el superávit comercial, China acumula millones y millones de dólares, que luego presta a los Estados Unidos. Una ilustración de las consecuencias que esto trae lo tenemos con la nacionalización de esas dos entidades llamadas Fannie Mae y Freddy Mac: parece ser que la banca de China tenía 15% de los fondos de estas entidades y le comunicó al gobierno americano que no aceptaría su desvalorización. Son relaciones internacionales de un tipo totalmente nuevo.
Pero ¿qué ocurre en el seno mismo de China? En mi artículo en Herramienta ya citado, había una sola página sobre esto, y al final, pero de alguna manera es la cuestión más decisiva para la próxima etapa de la crisis. En China se ha dado internamente un proceso de competencia entre capitales, que se combinó con procesos de competencia entre sectores del aparato político chino, y de competencia para atraer a empresas extranjeras, todo lo cual ha resultado en un proceso de creación de inmensas capacidades de producción, además de violentar a la naturaleza en una escala grandísima: en China se concentra una sobreacumulación de capital que en un momento dado se tornará insostenible. En Europa es evidente la tendencia a una aceleración de la destrucción de capacidades productivas y de puestos de trabajo, para trasladarse al único paraíso del mundo capitalista que hoy es China.
Considero que este traslado de capitales a China ha significado una reversión de procesos anteriores hacia un alza de la composición orgánica del capital. La acumulación es intensiva en medios de producción y es intensiva y muy dilapidadora de la otra parte del capital constante, es decir las materias primas. La masiva creación de capacidades de producción en el Sector I estuvo acompañada por todos los mecanismos y el empuje económico que caracteriza el crecimiento de China, pero el mercado final para sostener toda esa producción es el mercado mundial, y una retracción de éste pondrá en evidencia esa sobreacumulación de capital.
Alguien como Aglietta, que ha estudiado específicamente esto, afirma que realmente hay sobreacumulación, hay un acelerado proceso de creación de capacidad productiva en China, un proceso que, en el momento en que se termine —y tiene que terminar— la realización de toda esa producción va a plantear problemas. Además, China es realmente un lugar decisivo, porque incluso pequeñas variaciones en su economía determinan la coyuntura de otros muchos países en el mundo. Fue suficiente que la demanda china de bienes de inversión cayera un poco para que Alemania perdiera exportaciones y entrara en recesión. Las “pequeñas oscilaciones” en China tienen repercusiones fuertísimas en otros lugares, como debería ser evidente para el caso de la Argentina.
Para seguir pensando y discutiendo
Y vuelvo a lo que decía en el comienzo. Aunque sean comparables, las fases de esta crisis van a ser distintas a las del 29, porque en aquel entonces la crisis de sobreproducción de los Estados Unidos se verificó desde los primeros momentos. Después se profundizó, pero se supo enseguida que se estaba ante una crisis de sobreproducción. Ahora, en cambio, con diversas políticas están aplazando ese momento, pero no podrán hacerlo mucho más. Simultáneamente, y como ocurriera también con la crisis de 1929 y los años 30, aunque en condiciones y bajo formas distintas, la crisis se combinará con la necesidad, para el capitalismo, de una reorganización total de la expresión de sus relaciones de fuerzas económicas en el marco mundial, marcando el momento en el que los Estados Unidos verán que su superioridad militar es solamente un elemento, y un elemento bastante subordinado, para renegociar sus relaciones con China y otras partes del mundo. O llegará el momento en el cual dará el salto a una aventura militar de imprevisibles consecuencias.
Por todo ello, concluyo que esto es mucho más que una crisis financiera, incluso si estamos por ahora en esa fase, incluso si el artículo publicado por Herramienta debió concentrarse en tratar de iluminar los enredos del capital ficticio y permitir entender por qué es tan difícil el desmontaje de ese capital, pero estamos ante una crisis muchísimo más amplia.
Ahora bien, tengo la impresión, por el tenor de las distintas preguntas u observaciones que se me hicieron, que muchos opinan que estoy pintando un escenario de tipo catastrofista, de derrumbe del capitalismo... En realidad, creo que estamos ante el riesgo de una catástrofe, pero no ya del capitalismo, sino de una catástrofe de la humanidad. En cierta forma, si tomamos en cuenta la crisis climática, posiblemente ya existe algo de eso... Yo opino (junto con Mészáros, por ejemplo, pero somos muy pocos los que damos importancia a esto) que estamos ante un peligro inminente.
Lo dramático es que, por el momento, esto afecta directamente a poblaciones que no son tomadas en cuenta: lo que pueda estar pasando en Haití pareciera que no tiene la menor importancia histórica; lo que ocurre en Bangladesh no tiene peso más allá de la región afectada; tampoco lo ocurrido en Birmania, porque el control de la Junta militar impide que trascienda. Y lo mismo en China: se discuten los índices de crecimiento pero no sobre las catástrofes ambientales, porque el aparato represivo controla las informaciones sobre las mismas.
Y lo peor es que esa “opinión”, que está siendo constantemente construida por los medios, está interiorizada muy profundamente, incluso en muchos intelectuales de izquierda. Yo había comenzado a trabajar y a escribir sobre todo eso, pero con el comienzo de la crisis de alguna manera debí volver a ocuparme de las finanzas, aunque no lo hago con mucho gusto, porque lo esencial me parece que se juega en un plano distinto.
Para terminar: el hecho de que todo esto ocurra después de esa tan larga fase, sin paralelo en la historia del capitalismo, de 50 años de acumulación ininterrumpida (salvo una pequeñísima ruptura en 1974/1975), así como también todo lo que los círculos capitalistas dirigentes, y en particular los bancos centrales, aprendieron de la crisis del 29, todo ello hace que la crisis avance de manera bastante lenta. Desde septiembre del año pasado, el discurso de los círculos dominantes viene sosteniendo, una y otra vez, que “lo peor ya pasó”, cuando lo cierto es que, una y otra vez, “lo peor” estaba por venir. Por eso insisto en el riego de minimizar la gravedad de la situación, y sugiero que en nuestros análisis y forma de enfocar las cosas deberíamos incorporar la posibilidad, como mínimo la posibilidad, de que inadvertidamente estemos también interiorizando ese discurso de que, en definitiva “no pasa nada”.
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