sábado, 15 de septiembre de 2007

Concluye el Grito de los Libres y el movimiento de resistencia civil pacífica abandona el Zócalo

Ciudad de México, 15 de septiembre de 2007
Servicio informativo núm. 192

CONCLUYE EL GRITO DE LOS LIBRES Y EL MOVIMIENTO DE RESISTENCIA CIVIL PACÍFICA ABANDONA EL ZÓCALO

Cercanas las 9 de la noche, en el templete que el gobierno de la Ciudad de México instaló para que fuera usado por la comisión organizadora del Grito de los Libres se termina la música para dar paso a la ceremonia en la que la senadora de la República Rosario Ibarra de Piedra tendrá el papel principal.

En representación del presidente legítimo de México Andrés Manuel López Obrador, ocupan un lugar arriba del templete la mayoría de los miembros de su gabinete. Conduce el acto la actriz y destacada activista del movimiento de resistencia civil pacífica Jesusa Rodríguez, quien antes de introducir a doña Rosario da la palabra a tres miembros de la comisión organizadora: Rafael Hernández por la Convención Nacional Democrática, Froylán Yllescas por la organización Flor y Canto y Ricardo Ruiz por la dirección capitalina del PRD.

Al filo de las 9:48 de la noche, Jesusa Rodríguez cede el micrófono a la luchadora social y defensora de los derechos humanos doña Rosario Ibarra de Piedra.

La guerra de los decibeles se ha desatado a todo lo que puede dar; desde el que ha sido bautizado como el templete espurio, la música y la voz de los cantantes televisos resuena. Cada breve silencio es aprovechado por los tres cuartos de la Plaza de la Constitución que ocupan los lopezobradoristas para inundar el espacio sonoro con los gritos de “¡Es un honor estar con Obrador!”. Luego vuelve la estridencia que proviene del templete espurio.

En esa guerra de decibeles, la enorme figura de esa diminuta mujer dos veces candidata a presidenta de México y dos veces candidata a Premio Nobel de la Paz se logra escuchar: al tradicional Grito de Independencia, la senadora Rosario Ibarra de Piedra agrega nuevas arengas: ¡Vivan los presos y desaparecidos políticos!, ¡Viva la presidencia legítima de México!... un grito por la independencia, pero también reivindicador de todas las luchas sociales y los luchadores sociales que los malos gobiernos han acallado durante décadas.

A pesar de que en ese momento la estridencia espuria está en su nivel más alto, los vivas de los lopezobradoristas alcanzan a escucharse, así como la entonación del Himno Nacional que sirve de colofón a la intervención de doña Rosario.

La atención está de este lado del Zócalo, el de la resistencia civil pacífica. Así lo anuncia Jesusa Rodríguez, quien finalmente pone a votación el que, habiéndose realizado exitosamente el Grito de los Libres, la gente se retire de la Plaza de la Constitución, o bien permanezca en ella hasta la realización del grito oficialista. En esos ejercicios de democracia asamblearia, se anuncia el voto mayoritario a favor de abandonar la plancha de cemento y dejar al presidente pelele solo con su show mediático y su grito espurio.

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Este año, como el pasado, el Zócalo ya es también un Zócalo de la resistencia civil pacífica

Ciudad de México, 15 de septiembre de 2007
Servicio informativo núm. 191

ESTE AÑO, COMO EL PASADO, EL ZÓCALO YA ES TAMBIÉN UN ZÓCALO DE LA RESISTENCIA CIVIL PACÍFICA

Son las 7 y media de la tarde; en la Ciudad de México empieza a anochecer. Es 15 de septiembre; dentro de menos de 4 horas, se habrá celebrado en todo el país el 197 aniversario del inicio de la lucha de Independencia nacional.

Este año, uno después del fraude electoral que apoltronó en la Presidencia de la República a Felipe Calderón, falto de legitimidad, esto que tradicionalmente es una fiesta popular nacional se ha convertido en una nueva jornada de lucha entre el movimiento de la resistencia civil pacífica que encabeza el presidente legítimo de México, Andrés Manuel López Obrador, por un lado, y el gobierno de facto, por el otro, con sus miles de soldados, policías y medios de comunicación tratando de que la realidad contundente de la protesta social no se conozca.

Las horas anteriores a este anochecer septembrino han hecho del Zócalo de la Ciudad de México un territorio en disputa entre estos dos Méxicos: el real y popular de ciudadanos libres que buscan ejercer esa libertad y festejar el Grito de Los Libres, y el de Calderón y sus militares, que buscan en esa misma plaza celebrar una ceremonia que pueda ser televisada en cadena nacional sin que en las imágenes y los sonidos se filtre la protesta de los primeros.

Para ello, miles de soldados han sido “disfrazados” de ciudadanos comunes y colocados en el lado del Zócalo que da al Palacio Nacional, costado en el que la derecha que robó la Presidencia pretende también reunir al panismo para “arropar al presidente”.

Para ello también, los controles para acceder al Zócalo se han multiplicado, sin importar violentar el derecho constitucional al libre tránsito y el también constitucional derecho a la libre expresión. Se ha prohibido acceder al Zócalo con vestimenta amarilla, que es el color del opositor Partido de la Revolución Democrática; igualmente, se ha impedido ingresar a la plaza con pancartas o mantas alusivas al movimiento lopezobradorista.

Todo este dispositivo se ha coronado con la instalación de un equipo de sonido de decibeles más allá de lo humanamente resistible, a fin de, en el momento oportuno, silenciar cualquier grito proveniente de las gargantas de los miembros de la resistencia civil pacífica.

Se pensaría entonces que el gobierno de facto de Felipe Calderón tiene bajo control la situación y que podrá mostrar ante las pantallas televisivas ese México virtual, de ficción, en el que no hay enojo popular y en el que él goza de aceptación popular.

Desgraciadamente para él, ésta no es, otra vez, la realidad. Cuando el reloj se acerca a las 8 de la noche, los intentos de infundir temor en la ciudadanía para que no asistiera hoy a esta magna plaza han fracasado, pues el Zócalo está terminando de llenarse de gente alegre, que ríe, que festeja, que corea canciones, que forma círculos para bailar y que, pese a los retenes militares, enarbola cientos de carteles con la imagen de Andrés Manuel López Obrador. Esos retenes también fueron inútiles ante la habilidad de quienes ahora han desplegado a todo lo ancho del Zócalo una larga manta que reza: “Andrés Manuel López Obrador, presidente legítimo de México”.

Como hay dos Méxicos, hoy también hay dos Zócalos en la Ciudad de México. Uno, en tres cuartos de la plancha de cemento, ocupado por ciudadanos libres que esperan la llegada de la senadora Rosario Ibarra de Piedra para celebrar el Grito de los Libres. Otro, en un cuarto de la plaza, separado por vallas metálicas y ocupado por soldados sin uniforme, estupefactos, apabullados a pesar del poder militar que representan, arrinconados en ese lado de la Plaza de la Constitución gris, sin sonrisas. Si eran ciertos los rumores de que la intención del gobierno calderonista era ocupar la totalidad del Zócalo y excluir de él todo lo que oliera a López Obrador, en este momento en que ya pasan de las 8 de la noche, esto ha fracasado.

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