sábado, 11 de octubre de 2008

Los engaños del mercado, por Leonardo Boff

Ciudad de México, 11 de octubre de 2008
Servicio informativo núm. 541



Sumario:


I. Los engaños del mercado, por Leonardo Boff


II. El regreso del Estado, por Alejandro Encinas


III. México: país del no pasa nada, por José Luis Piñeyro


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LOS ENGAÑOS DEL MERCADO

por Leonardo Boff

(escrito el 3 de octubre de 2008)


Podemos imaginar la profunda perplejidad que a causa de la crisis de los mercados mundiales se ha abatido sobre los ideólogos del neoliberalismo, del Estado mínimo y de los vendedores de las ilusiones del mercado. La caída del muro de Berlín en 1989 y el desmantelamiento de la Unión Soviética provocó la euforia del capitalismo. Reagan y Tatcher, ahora sin el contrapunto socialista, aprovecharon la ocasión para radicalizar los “valores” del capitalismo, especialmente las excelencias del mercado, que lo resolvería todo. Para facilitar la obra, comenzaron por desmoralizar al Estado como pésimo gestor y a difamar de la política como el mundo de la corrupción. Naturalmente había y todavía hay problemas en estas instancias, pero no podemos desentendernos del Estado y de la política si no queremos retroceder a la barbarie completa. En su lugar —se decía— deben entrar los ordenamientos ideados en el seno de los organismos nacidos en Bretton Woods y los grandes conglomerados multilaterales. Entre nosotros los brasileños se llegó a ridiculizar a quien hablara de proyecto nacional. Ahora, bajo la globalización, insistían, se fortalece el proyecto-mundo y Brasil debe insertarse en él, aunque sea en posición subalterna. El Estado debe ser reducido al mínimo y dejar campo libre para que el mercado haga sus negocios.


Los que venimos, como tantos otros, del compromiso con los derechos humanos, especialmente los de los más vulnerables, pronto nos dimos cuenta de que ahora el principal violador de esos derechos era el Estado mercantil y neoliberal, pues los derechos dejaban de ser inalienables y eran transformados en necesidades humanas cuya satisfacción debe ser buscada en el mercado. Sólo tiene derechos quien puede pagar y es consumidor. Ya no es el Estado quien va a garantizar los mínimos para la vida. Como la gran mayoría de la población no participa del mercado, sus derechos se han visto negados.


Podemos y debemos discutir el estatuto del Estado-nación. En la nueva fase planetaria de la humanidad se notan cada vez más las limitaciones de los Estados y crece la urgencia de un centro de ordenación política que atienda las demandas colectivas de la humanidad de alimento, agua, salud, vivienda y seguridad. Pero mientras llegamos a implantar ese organismo, corresponde al Estado llevar a cabo la gestión del bien común, imponer límites a la voracidad de las multinacionales e implementar un proyecto nacional.


La crisis económica actual ha desenmascarado como falsas las tesis neoliberales y el combate al Estado. Con miedo, un periódico empresarial ha escrito en letras enormes en su sección de economía “Mercado Irracional”, como si alguna vez el mercado hubiese sido racional, un mercado que deja fuera de él a dos tercios de la humanidad. Una conocida comentarista de asuntos económicos, verdadera sacerdotisa del mercado y del Estado mínimo, llena de arrogancia, ha escrito: “Las autoridades estadounidenses se equivocaron en la regulación y en la fiscalización, se equivocaron en la valoración de la dimensión de la crisis, se han equivocado en la dosis del remedio y se equivocan cuando tienen un comportamiento contradictorio y errático”. Y por mi cuenta añadiría: se han equivocado en no llamarla a ella como la gran pitonisa que habría adivinado la solución a la actual crisis de los mercados.


La lección es clara: dejada por cuenta del mercado y de la voracidad del sistema financiero especulativo la crisis se habría transformado en una tragedia de proporciones planetarias poniendo en grave peligro el sistema económico mundial. Lógicamente las víctimas serían los de siempre: los llamados ceros económicos, los pobres y excluidos. Fue el difamado Estado quien tuvo que entrar con más de 700 billones de dólares para evitar en el último momento lo peor.


Son hechos que nos invitan a revisiones profundas o por lo menos, a algunos, a ser menos arrogantes.


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EL REGRESO DEL ESTADO

por Alejandro Encinas

(publicado en El Universal el 11 de octubre de 2008)


“La crisis de Wall Street es para el fundamentalismo del mercado lo que la caída del muro de Berlín para el comunismo... Observamos que las instituciones de la economía basadas en el mercado se vienen abajo y corren a pedir la ayuda del Estado”. Lo dice Joseph Stiglitz, economista de la Universidad de Columbia, y le sobra razón.


La crisis hipotecaria en EU —que desestimó el gobierno federal— terminó arrastrando al sistema financiero global, causando una profunda recesión que no sólo ha colapsado a las bolsas generando especulación, inflación e incertidumbre en el empleo, sino que ha evidenciado que el modelo neoliberal no funciona y que es necesario rediseñar el sistema regulador de la economía desde el Estado.


El primer paso lo ha dado la administración Bush al impulsar la Ley de Estabilización Económica de Emergencia, que busca fortalecer los mercados financieros y promover el flujo de crédito a la economía de EU al proporcionar hasta 700 mil millones de dólares al sistema financiero mediante la compra o aseguramiento de activos para evitar el riesgo o el fracaso de las instituciones. El propio Bush ha reconocido la intervención estatal “para ayudar a evitar que la crisis en Wall Street se convierta en una crisis en las comunidades de todo el país”.


Sin embargo, como sostiene Nouriel Roubini, economista de la Universidad de Nueva York: “Wall Street en su forma tradicional ha dejado de existir y se ha transformado en algo nuevo que irá tomando forma... El plan de rescate recuperará cierta confianza en el sistema, pero las cosas nunca volverán a ser iguales... El plan de rescate no le saldrá gratis, el Estado recuperará mayor control de la economía, porque si algo ha demostrado la crisis es que el capitalismo es demasiado importante para dejarlo sólo en manos de los capitalistas”.


El replanteamiento de la intervención del Estado ha alcanzado a las economías capitalistas desarrolladas, como demuestra la nacionalización del grupo belgo-holandés Fortis y del cuarto banco británico Bradford & Bingley.


México no escapa a esta situación, como lo prueba la intervención del banco central al subastar 2 mil 500 millones de dólares para frenar la especulación cambiaria que llevó al dólar a la cifra de 14 pesos por unidad, así como las medidas anunciadas para impulsar el crecimiento y el empleo, basadas en la inversión pública.


Si bien estas medidas (insuficientes al no reducir el gasto superfluo gubernamental) reiteran acciones antes divulgadas como la ampliación del gasto en infraestructura, anunciada desde el inicio del sexenio sin que se haya ejecutado, o el apoyo a pymes que desde gobiernos anteriores ha realizado Nafin, dos medidas obligarían a retirar las iniciativas que promueven la privatización del sector energético del país: la virtual autonomía de gestión que se da a Pemex, al eliminar los Pidiregas para convertirlos en deuda pública de la empresa, y el anuncio de la construcción de una refinería, que demuestra lo que por meses hemos sostenido: que existe capacidad económica suficiente para construir la infraestructura y modernizar a la empresa sin privatizarla.


Lo cierto es que el modelo económico neoliberal no sólo ha colapsado al sistema financiero internacional, sino que además ha ampliado la brecha de pobreza y desigualdad, y frente a un escenario nada alentador en el futuro inmediato, hay un hecho incuestionable: el Estado está de regreso y es necesario redefinir su papel y sus responsabilidades sociales como parte de los desafíos de la democracia.


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MÉXICO: PAÍS DEL NO PASA NADA

por José Luis Piñeyro

(publicado en El Universal el 11 de octubre de 2008)


En plena crisis de seguridad pública nacional y a inicios de una muy probable crisis económica, las primeras declaraciones de funcionarios que, más que risa o desconcierto, provocaron enojo entre la población.


Javier Lozano, secretario del Trabajo, anunció que frente al regreso forzado de miles de migrantes ilegales de Estados Unidos ya existía un plan para la generación masiva de empleo, ausencia del mismo por el que han emigrado un promedio anual de 500 mil compatriotas al vecino país. Agustín Carstens, secretario de Hacienda, no se quedó atrás cuando afirmó que el desarreglo financiero estadounidense no provocaría neumonía a la economía, sino un simple resfriado.


Hoy, funcionarios de menor rango reconocen la gravedad de la situación al informar que cerca de 700 mil familias tienen problemas de pago de sus tarjetas de crédito, aunque siguen los chistes de mal gusto como recomendar reducir el consumo vía dichas tarjetas o en efectivo y ahorrar al máximo, cuando la capacidad de consumo ya es bastante restringida entre más de la mitad de la nación, es decir, entre aquellos que ganan entre uno y tres salarios mínimos, para quienes ahorrar es un lujo inexistente.


El famoso blindaje de la economía se va a poner muy pronto a prueba, así como los tamaños políticos de Calderón y de los diputados (¿se reducirán a la mitad sus sueldos?) al volver a presentar el primero su propuesta de presupuesto público para 2009, y los segundos, las modificaciones al mismo que esperamos tengan un contenido social de emergencia y no uno electorero.


Ojalá que partan de reconocer un hecho para el que no se requiere ser economista: existe una enorme dependencia estructural múltiple frente al vecino norteño en términos de inversión directa e indirecta y de exportaciones e importaciones vía ingresos petroleros, turísticos, de remesas y de bienes y servicios. Dependencia que va a profundizarse a medida en que el proteccionismo comercial estadounidense y la antimigración se vuelvan política de Estado y sigamos bilateralizados en nuestro comercio exterior, por cierto, la mejor negación de uno de los mitos neoliberales: que estamos “globalizados”.


Respecto a la refutación de la obvia inseguridad pública nacional, ésta corrió a cargo no deninguno de nuestros funcionarios judiciales o policiacos, sino de Michael Mukasey, procurador general de Justicia estadounidense, quien sobre dicha seguridad afirmó: “No creo que haya una mayor crisis que en el pasado. Ante incidentes particulares de notable violencia siempre hay una sensación de crisis, pero no significa que la haya; no veo que México se encuentre en este punto” (EL UNIVERSAL, 7/X/08).


No hay duda, no sólo nosotros tenemos funcionarios que contribuyen a que México sea visto como algo mágico y alucinante basado en “sensaciones”. No son relevantes los 3 mil 650 narcoejecutados a la fecha ni la disputa de los narcos al Estado en capacidad paramilitar, en dominio territorial, en cobro de “impuestos” o venta de protección a empresarios, en seguridad a poblaciones y bases de apoyo social frente a otros cárteles, en generación de empleo y crédito, etcétera.


Somos el país donde no pasa nada y pasa todo: reducción del consumo, del empleo y del salario, aumento de la desintegración familiar, de la migración, de la criminalidad, de la hambruna, etcétera. Pero, como dice un conocido economista, si en el 2009 crecemos 1% no estamos en crisis; claro, en Haití están peor.


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Y ¿quién va a rescatar a los comerciantes, a los pequeños y medianos empresarios y a la mayoría de nuestro pueblo?, pregunta López Obrador

Ciudad de México, 11 de octubre de 2008
Servicio informativo núm. 540

Sumario:

I.
Y ¿quién va a rescatar a los comerciantes, a los pequeños y medianos empresarios y a la mayoría de nuestro pueblo?, pregunta López Obrador

II. Latinoamérica: en pro de una integración regional y una desvinculación parcial del mercado capitalista mundial

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Y ¿QUIÉN VA A RESCATAR A LOS COMERCIANTES, A LOS PEQUEÑOS Y MEDIANOS EMPRESARIOS Y A LA MAYORÍA DE NUESTRO PUEBLO?, PREGUNTA LÓPEZ OBRADOR

Desde, Jiquilpan, la tierra del general Lázaro Cárdenas del Río, Andrés Manuel López Obrador solicitó al gobernador del Banco de México, Guillermo Ortiz Martínez, que se desempeñe con absoluta responsabilidad, autonomía e independencia, que actúe con criterio técnico y que las reservas internacionales no se utilicen para realizar “un rescate encubierto” de grandes empresarios y banqueros, a costa del sufrimiento de la mayoría del pueblo.

También pidió al responsable del banco central que aclare si la subasta de 8 mil millones de dólares se adoptó bajo principios de profesionalismo y bajo los criterios técnicos de libre mercado y competencia o si los instrumentos del Estado mexicano se están utilizando, como siempre, para favorecer a los de arriba y para proteger a unos cuantos, a costa de una mayor crisis económica y de bienestar social.

El dirigente de la izquierda mexicana informó que un grupo de economistas del gobierno legítimo de México dará seguimiento puntual al proceso de venta extraordinaria de los 8 mil millones de dólares, a un tipo de cambio ponderado de 12.8623 y 12.7561 pesos por billete verde.

En el segundo día de recorrido por la geografía michoacana, el presidente legítimo de México manifestó que “ojalá y se resuelva el problema financiero, pero en dos días ha habido mucha especulación y son bastantes 10 mil millones de dólares en unas horas. Este fenómeno no se había dado anteriormente”.

Sin embargo, aclaró que la moneda nacional experimentó una devaluación de aproximadamente 30 por ciento frente al dólar estadunidense, a pesar de que el Banxico “ha inyectado” esta semana alrededor de 10 mil millones de dólares.

López Obrador fijó su posicionamiento momentos después de que el Banco de México hizo el anuncio de vender la mencionada cantidad de dólares. “Se han devorado alrededor de 8 mil millones de dólares, tratando de estabilizar al peso, tratando de controlar la devaluación”.

Recordó que el propio banco central determinó colocar en el mercado dinero de las reservas internacionales del país para frenar la devaluación del peso. Y señaló que “había dicho que iba a poner en circulación sólo 2 mil 500 millones de dólares y 400 millones por día; sin embargo, este día han soltado 8 mil millones de las reservas”, destacó. Ahora, subrayó, estamos hablando de 10 mil millones de dólares, para tratar de estabilizar la situación financiera en México.

Posteriormente, en Sahuayo de José María Morelos, López Obrador reiteró que pedirá al banco central una información detallada sobre la colocación de 10 mil millones de dólares para estabilizar al peso, “porque no vaya a ser que estén soltando todo ese dinero de las reservas para llevar a cabo un rescate encubierto de las grandes empresas y de los grandes bancos, a costa del sufrimiento de la mayoría del pueblo”.

Y enfatizó: “Queremos ver cómo es que están aplicando esos mecanismos porque no se trata nada más de una situación financiera, de rescatar a los de arriba. Y ¿quién va a rescatar a los comerciantes, a los pequeños y medianos empresarios, quién va a rescatar a la mayoría de nuestro pueblo?, se preguntó.

En Ornelas, Jiquilpan de Juárez, Sahuayo de José María Morelos, Venustiano Carranza y Pajacuarán, el presidente legítimo de México recordó que desde hace 14 meses advirtió que la crisis estadunidense iba a afectar al país y que “el gobierno espurio del Felipe Calderón tenía que tomar medidas para disminuir los efectos en la economía nacional. Pero —señaló— el presidente pelele optó por la politiquería y todavía hace 15 días, de forma irresponsable y vulgar, dijo que si a Estados Unidos le daba pulmonía, a México solo le iba a dar gripe”.

Es un absurdo decir que no afectará la crisis económica de Estados Unidos al país, si “todo nuestro intercambio comercial es con Estados Unidos. Por supuesto que sí repercute a nuestro país”, aclaró.

Dio a conocer que un promedio de 12 millones de mexicanos viven en Estados Unidos y, ante la situación de desempleo en el vecino país del norte, se reducirán los montos de las remesas de los trabajadores mexicanos.

Ante el pueblo michoacano, López Obrador lanzó una pregunta a Calderón Hinojosa: ¿Qué estuviste haciendo desde hace dos años? Y adelantó la respuesta: “Pues nada. El presidente espurio ha perdido el tiempo y no ha pegado ni un solo ladrillo”.

En Ornelas visitó la casa del difunto historiador y autor del libro Pueblo en vilo, Luis González González, a quien calificó como uno de los mejores historiadores de México.

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LATINOAMÉRICA: EN PRO DE UNA INTEGRACIÓN REGIONAL Y UNA DESVINCULACIÓN PARCIAL DEL MERCADO CAPITALISTA MUNDIAL
por Eric Toussaint; traducción: Griselda Pinero y Raul Quiroz


El autor de este texto es doctor en Ciencias Políticas y presidente del CADTM-Bélgica (Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo). Es autor de La Bolsa o la vida: las finanzas contra los pueblos (2002) y de Banco Mundial. El Golpe de Estado permanente (2007); y coautor con Damien Millet de 50 preguntas/50 respuestas sobre la deuda, el FMI y el Banco Mundial (2004) y Los tsunamis de la deuda (2005).

La crisis económica y financiera internacional cuyo epicentro se halla en Estados Unidos tendría que ser aprovechada por los países latinoamericanos para construir una integración favorable a los pueblos y al mismo tiempo iniciar una desvinculación parcial.

Se debe aprender las lecciones del siglo XX para aplicarlas en este comienzo de siglo. Durante la década de los 1930 en la que siguió la crisis que estalló en Wall Street en 1929, hubo 12 países de Latinoamérica que fueron directamente afectados y que, en consecuencia, suspendieron de manera prolongada el reembolso de sus deudas externas contraídas, principalmente, con banqueros de América del Norte y de Europa occidental. Algunos de ellos, como Brasil y México, impusieron a sus acreedores, diez años más tarde, una reducción de entre 50 y 90% de su deuda. México fue el que llevó más lejos las reformas económicas y sociales. Durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, la industria del petróleo fue completamente nacionalizada sin que por ello los monopolios norteamericanos fueran indemnizados. Además, 16 millones de hectáreas fueron también nacionalizadas y retornadas en su mayor parte a la población indígena bajo la forma de bienes comunales. En el transcurso de los años treinta y hasta mediados de los sesenta, varios gobiernos latinoamericanos llevaron a cabo políticas públicas muy activas con el fin de conseguir un desarrollo parcialmente autocentrado, conocidas más tarde con el nombre de modelo de industrialización por substitución de importaciones (ISI). Por otra parte, a partir de 1959, la Revolución cubana intentó dar un contenido socialista al proyecto bolivariano de integración latinoamericana. Este contenido socialista despuntaba ya en la Revolución boliviana de 1952. Fue necesaria la brutal intervención estadounidense, apoyada por las clases dominantes y las fuerzas armadas locales, para terminar con el ciclo ascendente de emancipación social de este período. Bloqueo de Cuba desde 1962, junta militar en Brasil desde 1964, intervención estadounidense en Santo Domingo en 1965, dictadura de Banzer en Bolivia en 1971, golpe de Estado de Pinochet en Chile en 1973, instalación de las dictaduras en Uruguay y en Argentina. El modelo neoliberal fue puesto en práctica primero en Chile, con Pinochet y la ayuda intelectual de los Chicago boys de Milton Friedman, y luego se impuso en todo el continente, favorecido por la crisis de la deuda que estalló en 1982. A la caída de las dictaduras en los años ochenta, el modelo neoliberal continuó vigente gracias principalmente a la aplicación de los planes de ajuste estructural y del Consenso de Washington. Los gobiernos de Latinoamérica fueron incapaces de formar un frente común, y la mayoría aplicó con docilidad las recetas dictadas por el Banco Mundial y el FMI. Esto acabó produciendo un gran descontento popular y una recomposición de las fuerzas populares que condujo a un nuevo ciclo de elecciones de gobiernos de izquierda o de centro izquierda, comenzando por Chávez en 1998, que se comprometió a instaurar un modelo diferente basado en la justicia social.

En este comienzo del siglo, el proyecto bolivariano de integración de los pueblos de la región ha tenido un nuevo impulso. Si se quiere llevar más lejos este nuevo ciclo ascendente es necesario aprender las lecciones del pasado. Lo que le faltó, en particular, a Latinoamérica durante las décadas de 1940 a 1970 fue un auténtico proyecto de integración de las economías y de los pueblos combinado con una verdadera redistribución de la riqueza en favor de las clases trabajadoras. Ahora bien, es vital tener conciencia de que hoy en Latinoamérica existe una disputa entre dos proyectos de integración, que tienen un contenido de clase antagónico. Las clases capitalistas brasileña y argentina (las dos principales economías de América del Sur) son partidarias de una integración favorable a su dominación económica sobre el resto de la región. Los intereses de las empresas brasileñas, sobre todo, así como de las argentinas, son muy importantes en toda la región: petróleo y gas, grandes obras de infraestructuras, minería, metalurgia, agrobusiness, industrias alimentarias, etc. La construcción europea, basada en un mercado único dominado por el gran capital, es el modelo que quieren seguir. Las clases capitalistas brasileña y argentina quieren que los trabajadores de los diferentes países de la región compitan entre sí, para conseguir el máximo beneficio y ser competitivos en el mercado mundial. Desde el punto de vista de la izquierda, sería un trágico error recurrir a una política por etapas: apoyar una integración latinoamericana según el modelo europeo, dominada por el gran capital, con la ilusoria esperanza de darle más tarde un contenido socialmente emancipador. Tal apoyo implica ponerse al servicio de los intereses capitalistas. No hay que entrar en el juego de los capitalistas, intentando ser el más astuto y dejando que éstos dicten sus reglas.

El otro proyecto de integración, que se inscribe en el pensamiento bolivariano, quiere dar un contenido de justicia social a la integración. Esto implica la recuperación del control público sobre los recursos naturales de la región y sobre los grandes medios de producción, de crédito y de comercialización. Se debe nivelar por arriba las conquistas sociales de los trabajadores y de los pequeños productores, reduciendo al mismo tiempo las asimetrías entre las economías de la región. Hay que mejorar sustancialmente las vías de comunicación entre los países de la región, respetando rigurosamente el ambiente (por ejemplo, desarrollando el ferrocarril y otros medios de transporte colectivos antes que las autopistas). Hay que apoyar a los pequeños productores privados en numerosas actividades: agricultura, artesanado, comercio, servicios, etc. El proceso de emancipación social que persigue el proyecto bolivariano del siglo XXI pretende liberar la sociedad de la dominación capitalista apoyando las formas de propiedad que tienen una función social: pequeña propiedad privada, propiedad pública, propiedad cooperativa, propiedad comunal y colectiva, etc. Así mismo, la integración latinoamericana implica dotarse de una arquitectura financiera, jurídica y política común.

Se debe aprovechar la actual coyuntura internacional, favorable a los países en desarrollo exportadores de productos primarios antes de que la situación cambie. Los países de Latinoamérica han acumulado cerca de 400.000 millones de dólares en reservas de cambio. Es una suma no despreciable, que está en manos de los Bancos Centrales latinoamericanos, y que debe ser utilizada en el momento oportuno para favorecer la integración regional y blindar al continente frente a los efectos de la crisis económica y financiera que se desarrolla en América del Norte y Europa, y que amenaza a todo el planeta. Lamentablemente, no hay que hacerse ilusiones: Latinoamérica está en vías de perder un tiempo precioso, mientras los gobiernos prosiguen, más allá de la retórica, una política tradicional: firma de acuerdos bilaterales sobre inversiones, aceptación o continuación de negociaciones sobre ciertos tratados de libre comercio, utilización de las reservas de cambio para comprar bonos del Tesoro de Estados Unidos (es decir, prestarle capital a la potencia dominante) o credit default swaps cuyo mercado se ha hundido con Lehman Brothers, AIG, etc., pago anticipado al FMI, al Banco Mundial y al Club de París, aceptación del tribunal del Banco Mundial (CIADI) para resolver los diferendos con las transnacionales, continuación de las negociaciones comerciales en el marco de la agenda de Doha, mantenimiento de la ocupación militar de Haití. Después de un ruidoso y prometedor arranque en el 2007, las iniciativas anunciadas en materia de integración latinoamericana parecen haberse frenado en el 2008.

En cuanto al lanzamiento del Banco del Sur, éste lleva mucho retraso. Las discusiones no se profundizan. Hay que salir de la confusión y dar un contenido claramente progresista a esta nueva institución, cuya creación fue decidida en diciembre del 2007 por siete países de América del Sur. El Banco del Sur tiene que ser una institución democrática (un país, un voto) y transparente (auditoría externa). Antes que financiar con dinero público grandes proyectos de infraestructura, pocos respetuosos del ambiente, realizados por empresas privadas, cuyo objetivo es obtener el máximo beneficio, se debe apoyar los esfuerzos de los poderes públicos para promover políticas tales como la soberanía alimentaria, la reforma agraria, el desarrollo de la investigación en el campo de la salud y la implantación de una industria farmacéutica que produzca medicamentos genéricos de alta calidad; reforzar los medios de transporte colectivo ferroviario; utilizar energías alternativas para limitar el agotamiento de los recursos naturales; proteger el ambiente; desarrollar la integración de los sistemas de enseñanza...

Al contrario de lo que muchos creen, el problema de la deuda pública no se ha resuelto. Es verdad que la deuda pública externa se ha reducido, pero ha sido sustituida por una deuda pública interna que, en ciertos países, ha adquirido proporciones totalmente desmesuradas (Brasil, Colombia, Argentina, Nicaragua, Guatemala), a tal punto que desvía hacia el capital financiero parasitario una parte considerable del presupuesto del Estado. Es muy conveniente seguir el ejemplo de Ecuador, que estableció una comisión de auditoría integral de la deuda pública externa e interna, a fin de determinar la parte ilegítima, ilícita o ilegal de la misma. En un momento en el que, tras una serie de operaciones aventuradas, los grandes bancos y otras instituciones financieras privadas de Estados Unidos y de Europa borran unas deudas dudosas por un monto que supera largamente la deuda pública externa de Latinoamérica con ellos, hay que constituir un frente de países endeudados para obtener la anulación de la deuda.

Se debe auditar y controlar estrictamente a los bancos privados, porque corren el peligro de ser arrastrados por la crisis financiera internacional. Hay que evitar que el Estado sea llevado a nacionalizar las pérdidas de los bancos, como ya ha pasado tantas veces (Chile bajo Pinochet, México en 1995, Ecuador en 1999-2000, etc.). Si hay que nacionalizar unos bancos al borde de la bancarrota, esto debe hacerse sin indemnizaciones y ejerciendo el derecho de reparación (repetición) sobre el patrimonio de sus propietarios.

Por lo demás, han surgido numerosos litigios en estos últimos años entre los Estados de la región y multinacionales, tanto del Norte como del Sur. En lugar de remitirse al Centro Internacional de Resolución de Diferendos en materia de Inversiones (CIADI), que es parte del Banco Mundial, dominado por un puñado de países industrializados, los países de la región tendrían que seguir el ejemplo de Bolivia, que se ha retirado del mismo. Deberían crear un organismo regional para la resolución de litigios en cuestiones de inversiones. En materia jurídica, los Estados latinoamericanos deberían aplicar la doctrina Drago y negarse a renunciar a su jurisdicción en casos de litigio con otro Estado o con empresas privadas. ¿Cómo se puede seguir firmando contratos de préstamos o contratos comerciales que prevén que, en caso de litigio, sólo son competentes las jurisdicciones de Estados Unidos, del Reino Unido o de otros países del Norte? Se trata de una renuncia inadmisible del ejercicio de la soberanía.

Es conveniente restablecer un control estricto de los movimientos de capitales y del cambio, a fin de evitar la fuga de capitales y los ataques especulativos contra las monedas de la región. Es necesario que los Estados que quieren materializar el proyecto bolivariano de integración latinoamericana para una mayor justicia social avancen hacia una moneda común.

Naturalmente, la integración debe tener una dimensión política: un Parlamento latinoamericano elegido por sufragio universal en cada uno de los países miembros, dotado de un poder legislativo real. En el marco de la construcción política, hay que evitar la repetición del mal ejemplo europeo, donde la Comisión Europea (o sea, el gobierno europeo) dispone de poderes exagerados con respecto al Parlamento. Hay que caminar hacia un proceso constituyente democrático a fin de adoptar una Constitución política común. En este caso también, se debe evitar reproducir el procedimiento antidemocrático seguido por la Comisión Europea para tratar de imponer un tratado constitucional elaborado sin la participación activa de la ciudadanía y sin someterlo a un referéndum en capa país miembro. Por el contrario, hay que seguir el ejemplo de las asambleas constituyentes de Venezuela (1999), Bolivia (2007) y Ecuador (2007-2008). Los importantes avances democráticos logrados en el curso de estos tres procesos tendrían que ser integrados en un proceso constituyente bolivariano.

Así mismo, es necesario reforzar las competencias de la Corte Latinoamericana de Justicia, en particular en materia de garantía del respeto de los derechos humanos que son indivisibles.

Hasta este momento, coexisten varios procesos de integración: Comunidad Andina de Naciones, Mercosur, Unasur, Caricom, Alba... Es importante evitar la dispersión y adoptar un proceso integrador con una definición político-social basada en la justicia social. Este proceso bolivariano debería reunir a todos los países de Latinoamérica (América del Sur, América Central y Caribe) que se adhieran a esta orientación. Es preferible comenzar la construcción común con un núcleo reducido y coherente, que con un conjunto heterogéneo de Estados cuyos gobiernos siguen orientaciones políticas sociales contradictorias, cuando no antagónicas.

La integración bolivariana debe ir acompañada de una desvinculación parcial del mercado capitalista mundial. Se trata de ir suprimiendo progresivamente las fronteras que separan los Estados que participan en el proyecto, reduciendo las asimetrías en los países miembros especialmente gracias a un mecanismo de transferencia de riqueza desde los Estados más «ricos» a los más «pobres». Esto permitirá ampliar considerablemente el mercado interior y favorecerá el desarrollo de los productores locales bajo diferentes formas de propiedad. Permitirá poner en vigencia el proceso de desarrollo (no sólo la industrialización) por sustitución de importaciones. Por descontado, ello implica el desarrollo, por ejemplo, de una política de soberanía alimentaria. Al mismo tiempo, el conjunto bolivariano constituido por los países miembros se desvinculará parcialmente del mercado capitalista mundial. En particular, esto implicará abrogar tratados bilaterales en materia de inversiones y de comercio. Los países miembros del grupo bolivariano también deberían retirarse de instituciones tales como el Banco Mundial, el FMI y la OMC, promoviendo al mismo tiempo la creación de nuevas instancias mundiales democráticas y respetuosas de los derechos humanos indivisibles.

Como se indicó antes, los Estados miembros del nuevo grupo bolivariano se dotarán de nuevas instituciones regionales, como el Banco del Sur, que desarrollarán relaciones de colaboración con otras instituciones similares constituidas por Estados de otras regiones del mundo.

Los Estados miembros del nuevo grupo bolivariano actuarán con el máximo número de terceros Estados por una reforma democrática radical del sistema de las Naciones Unidas, con el objetivo de hacer cumplir la Carta de la Organización de las Naciones Unidas y los numerosos instrumentos internacionales favorables a los derechos humanos, tales como el pacto internacional de derechos económicos, sociales y culturales (1966), la carta de los derechos y deberes de los Estados (1974), la declaración sobre el derecho al desarrollo (1986), la resolución sobre los derechos de los pueblos indígenas (2007). Igualmente, prestarán apoyo a la actividad de la Corte Penal Internacional y de la Corte Internacional de Justicia de la Haya. Favorecerán el entendimiento entre los Estados y los pueblos a fin de actuar para que se limite al máximo el cambio climático, ya que esto representa un terrible peligro para la humanidad.

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