miércoles, 18 de marzo de 2009

Sin salida fácil, por Rogelio Ramírez de la O

Ciudad de México, 18 de marzo de 2009

Servicio informativo núm. 657



Sumario:


I. Sin salida fácil, por Rogelio Ramírez de la O


II. El cambio: desde abajo, por Luis Linares Zapata


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SIN SALIDA FÁCIL

por Rogelio Ramírez de la O

(publicado en El Universal el 18 de marzo de 2009)


Por haber descuidado nuestra propia capacidad de oferta de petróleo y refinación, agricultura e industria, el gobierno enfrenta su disyuntiva más amarga desde Carlos Salinas, con secuelas probablemente hasta 2012.


El peso ya está bajo ataque especulativo. No en balde las autoridades gastaron 15 mil millones de dólares en 2008 y otros 5 mil millones más en lo que va de este año tan sólo para tenerlo en poco menos de 15 por dólar. La especulación se justifica porque la economía carece de la fortaleza: para evitar una gran recesión, tan profunda o más que la de 1995, o bien para suavizar la recesión con mayor gasto público de inversión, pero causando un mayor déficit en la cuenta corriente externa.


Si el gobierno opta por el aumento del gasto como lo prometió y así suaviza la caída de la economía, el déficit en la cuenta corriente externa (exportaciones menos importaciones de bienes y servicios) aumentará mucho pues nuestras exportaciones estarán frenadas cuando las importaciones se mantienen altas.


Si no aumenta el gasto, las importaciones bajarían mucho y la cuenta corriente externa sería quizá sostenible. Pero entonces la actividad económica se desplomaría mucho más allá de lo que muchos analistas han reestimado ahora a -4%.


Casi todo indica hoy que el gobierno ha decidido no hacer las inversiones prometidas en infraestructura, para así no aumentar el déficit externo. Teme que éste, combinado con un déficit fiscal por el menor ingreso petrolero, dé malas señales a inversionistas extranjeros y agencias calificadoras de deuda. El mejor indicador de la ausencia de obras de infraestructura lo vemos en el desánimo de los empresarios, su frustración por los llamados subejercicios presupuestales (dinero presupuestado pero que no se gasta) y el desplome de la construcción (-7.1% anualmente, apenas en diciembre).


El gobierno mostró sus cartas a los especuladores, confirmando que espera que el déficit corriente externo en 2009 sea de 24 mil 100 millones de dólares. Esto, cuando el precio del petróleo fue el año pasado de 90 dólares por barril y las exportaciones de crudo 44 mil millones. Pero en 2009 el precio será entre 30 y 40 dólares y las exportaciones de crudo serán menores a las de 2008 en 25 a 30 mil millones.


Cuando, además, las exportaciones no petroleras en enero cayeron 26%, la única manera de que el déficit sólo sea mayor en 6 mil millones al de 2008 es que las importaciones se desplomen en 2009. Para eso la demanda interna tiene que derrumbarse, pues las importaciones representan un tercio del consumo y son muy altas en alimentos y gasolina.


El gobierno proyecta además que México reciba 27 mil millones de dólares en la cuenta de capital. Sólo así podría aumentar las reservas internacionales en 3 mil millones de dólares, como lo ha anunciado. Recibiría préstamos de la banca multilateral por 13 mil 800 millones de dólares. Pero aun así se requieren entradas netas de capital privado por 13 mil 300 millones. Quien crea esto hace un supuesto heroico.


Así, la clave de la estrategia oficial es que la economía se desplome y con ella las importaciones. Sin embargo, esto causaría tal recesión y quiebras de empresas que a la larga la haría insostenible la estrategia y el peso.


Al final caería la recaudación y tendría un problema fiscal aun sin haber gastado en la infraestructura. Tendría que recurrir al FMI por préstamos y admitir su injerencia en las políticas públicas, en un clima político enrarecido por la crisis social. Todo eso lo saben o sabrán los especuladores.


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EL CAMBIO: DESDE ABAJO

por Luis Linares Zapata, secretario de Desarrollo Económico y Ecología del gobierno legítimo de México

(publicado en La Jornada el 18 de marzo de 2009)


La alternancia en el Ejecutivo federal en 2000 dio como fruto una mediocre continuidad tanto del modelo de gobierno priísta como de su correlato: la conducción económica neoliberal. Sólo se le aderezó una paletada de tontería e ignorancia que Fox y sus gerentes aportaron. Ambos, como ya es más que evidente, no dan más de sí. Por eso el desencanto no tardó en cundir por todos los rincones de la patria. Por arriba y abajo crujió el sistema establecido, aunque de diversas maneras. Sólo un puñado de mandones, ya bien trepados en lujuriosos privilegios amasados durante los tres sexenios precedentes, supieron sacar enorme tajada para rellenar bolsillos e influencias.


No les ha sido suficiente. El cómodo grupo de presión que controla, manda y se sirve de cuanta institución se ha creado en la República decidió contrariar el sentimiento y la voluntad popular una vez más (2006). Encaramaron en la Presidencia, de ilegal manera, a un personaje por demás débil. Lo maniataron con sutiles y groseras correas y, desde ahí, continúan con su perseverante y cruenta labor de acumulación.


Ahora, encuentran que el señor Calderón ya no les es funcional a sus voraces apetitos. Él y sus acompañantes en la administración han dado tangibles pruebas de su ineficiencia, torpeza y nula visión de futuro. Al paso de los días, los panistas de elite se encierran con más llaves e interponen numerosas antesalas entre ellos y el resto de la población, en especial respecto de esos ciudadanos que habitan abajo, a los lados y en los arrabales circundantes. Tiene la plutocracia una salida bien planeada: un sustituto para 2012. El heredero lo han encontrado ya y lo empujan con el arma favorita (la televisión), quizá la única que les ha sido fiel, para introducirlo en sociedad. Lo acicalan con candor y gomina. Lo rodean de lo mejor (nice & cool) y, con trucados resortes de convencimiento popular, (lemas) lo presentan ante las masas teleauditivas. Contarán, para su labor de zapa y apaciguamiento de la conciencia colectiva, con varios aliados. En especial intentan apoyarse en las capas superiores de las clases medias. Serán ellas las adelantadas para desparramar puntos de vista afines y robustecer fobias contra los rivales. Esos estamentos sociales, donde el racismo hace de las suyas con una efectividad bien apreciada por la crítica orgánica, son los heraldos escogidos por los beneficiarios de la continuidad. Insistirán en expulsar a los nacos que acechan, sin rendición alguna, su oportunidad para trasladar su mayoría poblacional a otra de gobierno. Clamarán por la redición de los temores, mientras más etéreos mejor penetrarán en las almas timoratas, que son las más numerosas, según su corto entender.


Para su infortunio y pesada carga emocional, las elecciones de El Salvador les anuncian un grano adicional de preocupación en esta saga de la izquierda continental. El señor Caderón y sus protectores, guías y patrones se van quedando solos y de cara opuesta a los vientos que soplan por doquier. Empezando por Estados Unidos. Todavía no reparan bien en la disonancia que ya ocasionan entre sus posturas y las que pergeña Barack Obama. La visita de Lula a Washington debía ponerlos sobre aviso y sonar las alarmas. La crisis (quiebra profunda) de Wall Street les ha pasado de largo en sus efectos inmediatos, más aún en sus consecuencias estratégicas o de largo aliento.


Quieren, los hacendistas nacionales y empresarios subyugados por el imperio hegemónico falleciente, reparar de inmediato las pocas piezas obsoletas del sistema establecido para seguir haciendo de las suyas cuando la calma regrese. No se dan cuenta, o no quieren percibir, los profundos trastornos en los imaginarios políticos, sociales, económicos y hasta culturales que introdujo la crisis actual. El grueso del modelo imperante se vino abajo y no habrá forma de repararlo. En Latinoamérica han sucedido hechos de trascendencia y tal parece que seguirán su trayectoria, independientemente del pequeño grupo de “padres e hijos” que los potentados ensamblaron para su reproducción, defensa o seguridad. La izquierda da pruebas de su capacidad para gobernar, hablar, inventar y producir por varios rumbos. México ha quedado arrinconado y la compañía de Colombia le acentúa dicha soledad. De persistir en tal ruta de colisión, no quedará otra que allanarse con potencias como Guatemala o Belice.


Mientras, en esta misma semana (al final de ella), se reunirá en el Distrito Federal un nutrido conjunto (miles) de activistas sociales y políticos de nuevo cuño. Uno que se empata, allá en la base de la pirámide poblacional, con millones que han empollado, en ellos mismos y sus comunidades, una nueva conciencia, individual y colectiva, que reclama su sitio en la convivencia organizada del país. Se les ha ensamblado con delicadeza y constancia ejemplares por todos los confines de la patria. No habrá ningún municipio que esté ausente de este conjunto de mexicanos alborotados por su nuevo papel entrevisto.


Los convencionistas visitantes quieren formar parte en la construcción de la nueva República. Lo intentan, y lo harán, trabajando desde abajo, con sus conocidos y vecinos que son, ciertamente, millones. Han resistido las apabullantes andanadas difusivas del aparato comunicacional del oficialismo, sus cercos y ninguneos, los chismes, desprecios a su inteligencia y demás conciliábulos para someterlos o, al menos, para atontarlos por un rato más. Son los que han alzado la voz disidente. Los que quieren ocupar el lugar que un futuro gobierno les depara en la construcción de la patria que sueñan. No solicitan ningún apoyo oficial, ni del dinero o de los prestigios adyacentes con sus agencias y altavoces reproductores. Sin difusión compulsiva que los arrope y hasta contra la más abyecta de las descalificaciones interesadas, provenientes, claro está, de los círculos selectos del sistema, irán ocupando el puesto en esta historia que, entre todos, han empezado a zurcir.


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