sábado, 11 de abril de 2009

G-20: su agenda y la nuestra, por Josep Maria Antentas y Esther Vivas

Ciudad de México, 11 de abril de 2009

Servicio informativo núm. 675



Sumario:


I. G-20: su agenda y la nuestra, por Josep Maria Antentas y Esther Vivas


II. Estados Unidos. La caída más dura de los empleos desde los años 1930-31, por Charles-André Udry


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G20: SU AGENDA Y LA NUESTRA

por Josep Maria Antentas y Esther Vivas

(tomado de Agencia Latinoamericana de Informacion: http://alainet.org)


Josep Maria Antentas es profesor de sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona. Esther Vivas es miembro del Centro de Estudios sobre Movimientos Sociales (CEMS)-Universidad Pompeu Fabra. Ambos son militantes de Izquierda Anticapitalista y de Revolta Global-Esquerra Anticapitalista.


Si algo ha caracterizado a la reciente cumbre del G20 en Londres es la grandilocuencia de las declaraciones de sus protagonistas, empeñados en dar trascendencia histórica a sus decisiones y en buscar frases de impacto. ¿Pero que hay detrás de los acuerdos anunciados y de las políticas seguidas por los gobiernos desde el estallido de la crisis? En palabras del respetado geógrafo David Harvey, “lo que están intentando hacer es reinventar el mismo sistema [...]. El razonamiento fundamental que se están planteando es: ¿cómo podemos reconstituir el mismo tipo de capitalismo que hemos tenido en los últimos 30 años en una forma ligeramente más regulada y benevolente?”.


Los acuerdos de la cumbre profundizan las políticas hasta ahora adoptadas por sus integrantes para hacer frente a la situación. La declaración final mantiene el compromiso del G20 con las bases del modelo de globalización neoliberal y sus instituciones. Se reafirma la necesidad de seguir impulsando la liberalización del comercio mundial y las inversiones en el marco de la Organización Mundial del Comercio (OMC) y de evitar medidas que limiten la circulación de capitales.


Se señala la necesidad de dar un nuevo protagonismo al Fondo Monetario Internacional (FMI) receptor de la anunciada inyección de 500 000 millones de dólares. Esto supone el enésimo intento de restablecer la credibilidad y las funciones de uno de los símbolos y pilares institucionales del actual modelo de globalización. Reforzar el rol del FMI, en el ojo del huracán desde su nefasto papel en la crisis financiera asiática de 1997, es toda una declaración de intenciones.


En el terreno del sistema financiero, los acuerdos anunciados están lejos de suponer cambios estructurales, a pesar del anuncio de más medidas regulatorias y de control que buscan evitar los desmanes recientes. Los rescates a entidades financieras continuarán como hasta ahora. La retórica y la presión contra los paraísos fiscales se endurecen, pero no se anuncian medidas concretas en dirección a su desaparición efectiva. Tampoco hay propuestas claras referentes a la regulación de los salarios de los directivos de las grandes empresas. Más allá de algunas medidas que puedan paliar la indignación popular ante situaciones escandalosas, lo cierto es que no se vislumbra ningún cambio sustancial de la dinámica que ha comportado la explosión por arriba de las remuneraciones de los altos cargos y el aumento espectacular del diferencial entre sus salarios y los de los trabajadores medios.


En definitiva, como señalan Éric Toussaint y Damien Millet, miembros del Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo (CADTM) (http://www.informativoisa.org/index.php?n=672&lang=es), los acuerdos de la cumbre representan “un pequeño retoque de pintura en un planeta en ruinas [...]. El G20 vigilará para que se preserve lo esencial de la lógica neoliberal. Los principios son de nuevo apuntalados, aunque su fracaso esté claro”.


El sentido de las políticas de los principales gobiernos del mundo es claro: hacer pagar el costo de la crisis a los sectores populares e intentar apuntalar el modelo actual con tímidas reformas que aseguren su viabilidad. Frente a ello es necesario plantear otra agenda portadora de una lógica de ruptura con el actual orden de cosas. “Cambiar el mundo de base”, como reza la conocida estrofa de la Internacional, aparece hoy como más necesario que nunca.


La declaración de la asamblea de los movimientos sociales aprobada en el pasado Foro Social Mundial de Belem traza lo que pueden ser las líneas maestras de una agenda alternativa de salida a la crisis sistémica contemporánea: “Tenemos que luchar, impulsando la más amplia movilización popular, por una serie de medidas urgentes como: la nacionalización de la banca sin indemnización y bajo control social; reducción del tiempo de trabajo sin reducción del salario; medidas para garantizar la soberanía alimentaria y energética; poner fin a las guerras, retirar las tropas de ocupación y desmantelar las bases militares extranjeras; reconocer la soberanía y autonomía de los pueblos, garantizando el derecho a la autodeterminación; garantizar el derecho a la tierra, territorio, trabajo, educación y salud para todas y todos; democratizar los medios de comunicación y de conocimiento”.


Es el momento de profundizar y radicalizar las alternativas, en el sentido de ir a la raíz de los problemas, de apuntar hacia el “núcleo duro” del actual sistema económico, y no de conformarse con retoques cosméticos, la “moralización” del capitalismo o, simplemente, la domesticación de sus “excesos” neoliberales. Así ha quedado patente en las demandas de las manifestaciones celebradas en Londres y en todo el mundo en el marco de la Semana de Acción Global acordada en Belem.


Aunque Gordon Brown afirmara en vísperas de la cumbre haber entendido el mensaje de los manifestantes en Londres, en realidad entre las políticas del G20 y las demandas expresadas en las movilizaciones se enfrentan dos lógicas irreconciliables. En palabras de Daniel Bensaïd: “La del beneficio a cualquier precio, el cálculo egoísta, la propiedad privada, la desigualdad, la competencia de todos contra todos, y la del servicio público, los bienes comunes de la humanidad, la apropiación social, la igualdad y la solidaridad”. Para nosotros la elección es clara.


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ESTADOS UNIDOS. LA CAÍDA MÁS DURA DE LOS EMPLEOS DESDE LOS AÑOS 1930-31

por Charles-André Udry

(publicado en A l’encontre, www.alencontre.org; traducción de Ernesto Herrera para Correspondencia de Prensa)


El autor es militante del Movimiento Por el Socialismo (MPS) de Suiza y editor de la revista La Breche y de los Cahiers libres, Editions Page deux.


La amplitud y la rapidez de las destrucciones de empleos es una de las características de la recesión mundial presente. Y las marcas distan mucho de alcanzarse. Así, a principios del mes de marzo —según New York Times y Wall Street Journal— las grandes y medianas empresas industriales así como las de los servicios que se conectan con ellas, lo mismo que la rama de la construcción, son los sectores que suprimen más empleos.


El sector bancario y financiero contribuye también al aumento de las personas despedidas. Pero, además, escuelas, administraciones públicas y bibliotecas, despiden asalariados/as en este sector público. Son California, Illinois, Pensylvania, Georgia y Massachusetts los que están en primera fila. La reducción de los “gastos públicos” es la causa.


En la industria, una empresa tan prestigiosa como United Tecnologías —un conglomerado transnacional, asentado en Connecticut y activo en la aeronáutica (los helicópteros Sikorsky, los motores Pratt & Whitney) o en los ascensores Otis, sistemas antifuego, etc.— anunció, a principios de marzo, 15 000 “reducciones de empleos” en Estados Unidos.


Manpower Internacional, en su investigación adjunta para los patrones sobre las perspectivas de compromiso de nuevos empleos, de abril a junio 2009, registra su resultado más bajo desde que estableció este censo en 1982. El resultado neto es negativo.


El hacha para los empleos


La simple enumeración de los empleos suprimidos entre enero 2008 y febrero 2009 (ver tabla) da una imagen de lo que ocurre en la principal economía capitalista a escala mundial.


Empleos perdidos en EEUU (acumulativo)

Enero 2008 72 000

Febrero 216 000

Marzo 338 000

Abril 498 000

Mayo 635 000

Junio 796 000

Julio 924 000

Agosto 1 099 000

Septiembre 1 420 000

Octubre 1 800 000

Noviembre 2 397 000

Diciembre 3 078 000

Enero 2009 3 733 000

Febrero 4 384 000

(Fuentes: Wall Street Journal y CNBC)


El 6 de marzo de 2008, el Bureau of Labor Statistic (BLS) anunciaba que el desempleo había alcanzado el porcentaje de 8.1%. Este resultado valía un gran título, en primera plana, del diario británico Financial Times (7-03-09): “El número de personas estadunidenses desempleadas es el peor desde hace 25 años”. Durante los cuatro meses (noviembre 2008-febrero 2009), la economía norteamericana perdió, como promedio, 600 000 empleos al mes.


Para representarse mejor la situación, es útil recordar la duración, en meses, de las recesiones registradas oficialmente en Estados Unidos: en 1973-1975: 17 meses; 1981-1982: 16 meses (sin contar la recesión de julio de 1980); 1990-1991 (9 meses); 2001 (9 meses); diciembre de 2007 a ¿?. Ahora, con 16 meses de recesión, se dista mucho de una reactivación.


La parte de la población empleada (que dispone de un empleo) pasó de 63.4%, en diciembre de 2006 a 60.3% en febrero de 2009. Esta caída es ya superior a la registrada en el repliegue económico de los años ochenta.


Ahora bien, para mantener el número de empleos teniendo en cuenta la llegada al mercado laboral de nuevas personas, habría sido necesario aumentar el número de puestos de trabajo en 1.8 millones desde diciembre de 2007. No se contabilizan en las estadísticas las personas encarceladas: 2.7 millones en diciembre de 2007. La tasa de desempleo de los afroamericanos es, en febrero de 2009, de 13.4% y el desempleo de los hispánicos de 10.9%; y es sólo la punta del iceberg. La “desafiliación social”, entre otras cosas, de una fracción de estas poblaciones crea las condiciones que legitiman una política carcelaria de una extraordinaria brutalidad. Por último, es necesario recordar que el desempleo se prolonga bien después del final, formal, de una recesión; es decir, en la fase propiamente dicha de reactivación. Se lo constatará en Suiza en 2010 y 2011; lo que no significa que 2010 suene como final de la recesión suiza.


En realidad, más de 23.1 millones


Para disponer de una medida más exacta de la situación del empleo, es necesario tener en cuenta el subempleo. Es decir, las personas que trabajan a tiempo parcial y que buscan un empleo a tiempo completo. Ahora bien, según el BLS, el porcentaje de personas subempleadas pasó de 13.9 en enero de2009 a 14.8 en febrero. Desde el principio de la recesión, el número de asalariado/as obligados/as a un tiempo parcial —con la pérdida de renta que eso implica, sin mencionar la inexistencia de protección social, esencialmente— aumentó en 4 millones. En efecto, la estadística indica la cifra de 8.6 millones para febrero de 2009, con relación a 4 millones en diciembre 2007.


En total, el subempleo afecta a 23.1 millones de personas por esta pandemia consustancial al sistema capitalista. A eso se añade el desempleo a largo plazo, es decir, los que en Estados Unidos se encuentran en desempleo duradero por más de un periodo de seis semanas. Es muy elevado: 23.1%, lo que no tiene nada de asombroso cuando se sabe que la relación entre los “lugares vacantes” de los desempleados y las desempleadas es de 1 a 4 (un lugar vacante por 4 sin empleo). Mientras tanto, las “personas desalentadas” de buscar un empleo no figuran en estas cifras mencionadas aquí. Ahora bien, durante este año van a multiplicarse las quiebras, por lo que se sumarán los efectos sobre la cascada del desempleo.


El volumen de los empleos que se suprimirán —además del ya efectuado— en la industria del automóvil será enorme. El conjunto del sector (fabricantes de equipos, minoristas, etc.) que dependen del “núcleo duro” será afectado, como ya se vio en los casos de General Motors, Ford, Chrysler, pero también en Toyota y Honda cuyas ventas declinan cada vez más. En este sector, ya siniestrado, despidos masivos desembocan en pérdidas no sólo de salario, sino también de seguro de enfermedad y jubilación.


Estas constataciones ponen de manifiesto que los “planes de reactivación” de la administración Obama distan mucho de responder a las necesidades de empleos, sin mencionar la calidad de estos empleos. Esta crisis pone abiertamente en cuestión la capacidad del sistema capitalista para responder a las necesidades sociales. Y la brutalidad con la cual este sistema trata a los seres humanos (los “recursos humanos”) sólo es otra faceta de la rudeza con la cual “agota los recursos del planeta”.


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