miércoles, 29 de octubre de 2008

La ventana entreguista, por Luis Linares Zapata

Ciudad de México, 29 de octubre de 2008
Servicio informativo núm. 566

Sumario:

I.
La ventana entreguista, por Luis Linares Zapata

II. Estrategia y táctica, por Laura Itzel Castillo

III. Sepulcros blanqueados, por Bernardo Bátiz

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LA VENTANA ENTREGUISTA
por Luis Linares Zapata, secretario de Desarrollo Económico y Ecología del gobierno legítimo de México

(publicado en La Jornada el 29 de octubre de 2008)

Ahí, en una o dos de las siete nuevas leyes petroleras estaba, desde el inicio de la negociación en comisiones del Senado, el escollo para la discordia que dio al traste con el consenso de aceptación programado. Muchos no lo vieron o no pudieron apreciar la magnitud de los designios que contiene la que se puede nombrar como entreguista ventana. Y no se pudo analizar con el debido cuidado porque, misteriosamente, el inciso que se buscaba prohibiera expresamente que hubiera exclusividad en los bloques había desaparecido del texto final que se aprobó con gran despliegue de firmeza y rapidez.

El mismo grupo de intelectuales y expertos en defensa del petróleo no dimensionó dicha ausencia con precisión. Tampoco se hizo dentro del FAP o del propio gobierno legítimo (indians included, dicho que encubre la primera persona del singular). El punto neurálgico que inclina desfavorablemente el balance para aceptar la reforma petrolera es muy concreto. En él se encierra lo que con el tiempo y muchas mañas será una versión revisada de los contratos de servicios múltiples (CSM). La fórmula original de negocios (bajo controversia ante la SCJN) que se aplica en la famosa cuenca de Burgos (CB), región lindante con EU donde se extrae el gas no asociado con aceite.

En ese espacio norteño la pasada administración de los gerentes que impuso Fox (imposible olvidar a ese seudo ranchero rencoroso que aún intenta inocular con más trampas rabiosas a su hipócrita partido con miras a 2009) encontró el modo de colar a las empresas extranjeras en una lucrativa actividad reservada en exclusividad a Pemex.

Hoy día, en la CB las trasnacionales llevan a cabo, en un territorio (bloque) bien delimitado, su tarea de dar una buena tarascada a la renta de los hidrocarburos. Y esa exitosa fórmula de entrega es la que se piensa extender, con el sigilo, las maniobras actualizadas y el tesón de los administradores de Pemex, a los trabajos para explorar y extraer petróleo en varias partes del territorio nacional.

La variante de los CSM que podrá firmar Pemex la reservan para las aguas profundas como su destino principal, pero puede ser extendida al problemático paleocanal de Chicontepec o a otras regiones donde existan depósitos de crudos y gas. Al aplicar tan discreta fórmula contractual, pues no está específicamente prohibida en la regulación aprobada, amplias zonas del territorio podrán ser coto privado de empresas que tengan la capacidad tecnológica y financiera para llevar a cabo la exploración, perforación de pozos profundos o complicados y de extraer el crudo y gas de sus ancestrales recintos. Así, el propósito privatizador de la íntima alianza del PRIAN se pudo esconder sin tanta alharaca, a no ser por la decisión popular de continuar la resistencia pacífica. No sólo se piensa desincorporar buena parte de la industria petrolera (la extractiva), sino que serán empresas extranjeras las que, en la práctica, realicen los trabajos. Son, por ahora al menos, las únicas que califican para dichas tareas. A las nacionales les quedará un lugar segundón como subcontratistas menores y subordinadas.

Al develar el subterfugio, el movimiento en defensa del petróleo se apega a su razón de ser, pues nace de las entrañas del ánimo nacionalista y el espíritu soberano de la mayoría del pueblo de México. De esa porción de la sociedad que pretende darse a la tarea de construir, con los propios recursos e igualitario beneficio, su futuro. Poco importa el alud difusivo desatado en su contra desde el poder establecido y que, con generosidad e iracundia, cumplen sus emisarios de ocasión. El futuro operativo de la paraestatal irá confirmando lo que se quiso evitar con la inclusión del texto que prohibiera la celebración de contratos de servicios concurrentes para una sola empresa y asignar áreas exclusivas para llevar a cabo las tareas encomendadas.

La personalización de los ataques por la continuidad de la protesta ha sido brutal. AMLO ha cargado con las denostaciones, la condena y hasta el franco insulto que disparan los críticos al servicio del oficialismo. Columnistas rabiosos han descargado un cúmulo de adjetivos difíciles de igualar por otro actor del ámbito político o social. Diarios enteros, programas radiofónicos de comentario y hasta espacios noticiosos empeñados en cuestionar el liderazgo, la conducta, las supuestas motivaciones y hasta la sanidad mental de López Obrador. En ninguna de tales instancias difusivas cabe la posibilidad de que AMLO sea empujado por, aunque sea, una mediana preocupación por salvaguardar los bienes públicos como es el petróleo. Menos aún preservar bajo control del Estado la que ha sido y puede volver a ser palanca del desarrollo nacional. No pasa por la mente achicada de tales monaguillos (muchos de la peor calaña del ámbito comunicativo) vislumbrar el menor rasgo de buena voluntad y el deseo de enderezar el torcido árbol de la política. Cerrar el contratismo, buscar alternativas para un rápido crecimiento interno de la economía es un renglón ajeno a sus simples juicios, inexistentes por completo en sus repetitivas pujas cotidianas.

La cadena de vituperios se concentra alrededor de la imperiosa incapacidad de AMLO para celebrar un efímero y cuestionado triunfo que muchos quieren, necesitan, buscan afanosamente para su maltrecha seguridad y entereza. Se le ordena abandonar la protesta, dejar el protagonismo mesiánico que, como ecos simultáneos, le achacan. Imposible aceptar el móvil popular, la defensa de la economía de las empobrecidas masas, tan maltrecha por estos días de crisis globales y autoridades acalambradas. Es materialmente imposible solicitar a estos hombrecillos de corta inteligencia y anchas ambiciones que agranden sus miras, que amplíen horizontes para que puedan visualizar lo que en realidad sucede. Sus incontenibles fobias, rencores recurrentes o sus destartaladas talegas de vanidad e intereses se los impiden. Allá ellos. El movimiento para la transformación de este país seguirá adelante hasta con tales personajitos de colección adentro.

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ESTRATEGIA Y TÁCTICA
por Laura Itzel Castillo, secretaria de Asentamientos Humanos y Vivienda del gobierno legítimo de México

(publicado en El Gráfico el 29 de octubre de 2008)

Es digna de análisis la cantidad de opiniones vertidas por los intelectuales orgánicos del régimen en la que se descalifica al presidente legítimo de México, Andrés Manuel López Obrador, por su oposición a la reforma energética aprobada por el binomio PRI-PAN y por un segmento de la izquierda.

Abundantes han sido los adjetivos: esquizofrénico, loco, estúpido, resentido, perdedor… La lista de injurias no cabe en este espacio. ¿Por qué tanto encono contra él? Porque le tienen miedo. Miedo a su talento, a su liderazgo, a su credibilidad y legitimidad, a su congruencia y honestidad. La lista de virtudes es igualmente interminable.

A López Obrador una y otra vez lo han dado por muerto —políticamente hablando—, pero ocurre que los muertos que vos matáis gozan de cabal salud. Si poseyera una milésima parte de los defectos que los analistas oficiales y oficiosos le atribuyen, simplemente no se ocuparían de él.

Alguna vez leí que un individuo enamorado no detecta los defectos del ser amado. Ocurre también a la inversa: alguien que odia tampoco observa las virtudes y talentos de la persona odiada. AMLO desata pasiones en ambos extremos. ¿Qué de raro hay en ello? La política es sentimiento, más que razón.

Lo llamativo es que algunos sesudos estudiosos de la ciencia política abdiquen de las herramientas y categorías de análisis aprendidas en la academia, y asuman el mismo “razonamiento elemental” del mexicano promedio, ese al que tanto desprecian por su baja escolaridad.

Y muchos ni cuenta se dan de este fenómeno —excluyo, desde luego, a los mercenarios de la pluma—. Eso sí: critican apasionadamente la pasión de los demás y descalifican desde la fe la fe de los otros. Obtienen primero las conclusiones y luego acomodan las premisas.

Clarifiquemos: la estrategia es el arte de ganar la guerra, mientras que la táctica estudia la forma de ganar batallas. Toda estrategia tiene como fin el triunfo. Para ello hay que superar las adversidades y doblegar las voluntades que se nos oponen. Y eso es lo que ha hecho López Obrador en materia petrolera.

Muchas de sus propuestas las asumió el gobierno usurpador y las aprobó el Congreso. Eso es gobernar desde abajo. ¿No era, acaso, lo que le pedían muchos de esos intelectuales orgánicos que hoy lo vapulean? Cierto que hubo avances, pero prevalecen las trampas y los vicios ocultos. Por eso la lucha sigue.

¿Compartir el triunfo de la reforma petrolera con Calderón? ¡Por favor! Eso sí que es no tener visión estratégica. Eso sí que es confundir la táctica con la estrategia. Eso sí que es apostar a ganar pequeñas batallas, no la guerra. Ante lo que viene —la lucha por la defensa de la economía popular—, la batalla por el petróleo es apenas el ensayo.

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SEPULCROS BLANQUEADOS
por Bernardo Bátiz V., secretario de Justicia y Seguridad del gobierno legítimo de México
(publicado en La Jornada el 27 de octubre de 2008)

¿Quién viola la ley? En los medios de comunicación, periódicos de circulación nacional y programas de televisión hemos estado viendo durante estos días vehículos de color azul marino, marcados con grandes letras que dicen “Policía Federal”; tal policía, que ya está atemorizando ciudadanos en las calles, aún no existe legalmente: el proyecto de ley que la crea apenas fue enviado la semana pasada a la Cámara de Diputados, y todavía no se discute en comisiones cuando ya han surgido criticas, porque de aprobarse romperá nuestro esquema constitucional que distingue claramente la policía investigadora de la policía preventiva y porque atenta en contra de la soberanía de los estados de la Federación.

Estas patrullas de la inexistente, pero contundente “Policía Federal” salieron para enfrentarse a los ciudadanos y ciudadanas que conforme a los artículos sexto y noveno de la Constitución están manifestando sus ideas y convicciones respecto de la pretensión tramposa de manipular la industria petrolera a favor de los particulares y del sindicato corrupto, y están plantados en una asamblea que tiene por objeto hacer una petición y presentar una protesta a una autoridad, en este caso a la Cámara de Senadores. Pueden hacerlo y reprimirlos o evitar su reunión; será un agravio más al pueblo de parte de sus autoridades.

¿Quién viola la ley? El artículo 25 de la Constitución establece que el sector público tendrá a su cargo de manera exclusiva las áreas estratégicas que se señalan en el artículo 28, entre ellas el petróleo y los demás hidrocarburos; en los proyectos de ley que se discuten se incluyen lugares para el sindicato en el consejo de administración de Pemex, en forma indebida, puesto que ese organismo defensor, supuestamente, de los derechos de los trabajadores, no forma parte del sector público. Se pretende, también, en ese mismo paquete de leyes, en forma confusa y encubierta, que los particulares puedan llevar a cabo, a través de contratos no bien definidos, actividades relacionadas con la explotación de los recursos petroleros.

¿Quién viola la ley? El senador Beltrones anunció orondo, desde el día 22, que los integrantes de la bancada del PRI en la llamada cámara alta votarían en favor de los dictámenes presentados al pleno, contraviniendo los principios de libertad, igualdad y autonomía, bajo los que deben actuar los integrantes del Poder Legislativo, quienes son representantes de la nación, no de su partido ni de su distrito ni mucho menos de su coordinador. ¿Para qué es el Senado un cuerpo colegiado, si un solo individuo puede tomar y toma las decisiones por todos y antes del debate en el pleno decide cómo votarán sus compañeros?

Somos testigos de que, por un lado, ciudadanos conscientes, con gran valor civil, se enfrentan a una decisión violatoria de la Constitución y lo hacen mediante acciones pacíficas, reconocidas por la ley y los tratados internacionales, y por otro, funcionarios públicos, políticos oficialistas, fuerzas armadas y comunicadores les reclaman y amenazan por ello; sin embargo, pasan por alto violaciones graves a leyes y principios fundamentales.

Los derechos de manifestación de las ideas y de reunión son derechos fundamentales, de los llamados de primera generación, que no pueden ser puestos en tela de juicio; a pesar de ello, el gobierno y sus corifeos no dejan de señalar a estos ciudadanos como alborotadores y enemigos del orden. ¿Quién viola la ley?

Los poderosos de este país, que se sienten sus propietarios, se molestan porque los ciudadanos de a pie ejercen la democracia y se plantan en las calles para defender el patrimonio y la soberanía de la nación, pero no tienen ningún escrúpulo y se hacen los disimulados cuando efectivamente se violan las leyes, si quienes lo hacen pertenecen a la minoría privilegiada por los altos cargos, los abultados sueldos y los grandes negocios.

Ellos pueden violar las leyes, decir verdades a medias, hacer arreglos en la cúpula para su propio beneficio, mentir abiertamente y enturbiar la vida pública del país, pero ay de los ciudadanos independientes y patriotas que se atrevan a reclamarles; de inmediato se arman en su contra campañas de calumnias y de cargos amenazantes, para que se abstengan de molestar y se dediquen a cumplir con sus modestos trabajos, si es que los tienen. Nada de opinar sobre los altos y graves asuntos de la política y de la economía del país; eso se lo reservan para ellos, así lo hagan tan mal y tan torpemente como lo estamos viendo y sufriendo.

Son sepulcros blanqueados que toleran la violación de las leyes cuando con ello se beneficien sus intereses, pero se rasgan las vestiduras y ponen el grito en el cielo si los ciudadanos pretenden ejercer a plenitud sus derechos constitucionales.

La privatización descarada y abierta de Pemex se logró detener con la movilización popular, pero quedan puntos turbios en los proyectos discutidos que siguen poniendo en riesgo el patrimonio de todos, y es justo y correcto que nuevamente los ciudadanos alcen su voz y demuestren que no todo está perdido y que, a pesar del desastre económico, de la torpeza y soberbia de muchos de los gobernantes y grandes empresarios, la esperanza de salvar a México, su patrimonio y su futuro crece y se fortalece a despecho de los soberbios.

OTRO SÍ DIGO: Hasta luego a Gustavo Iruegas, compañero en el Gabinete Legítimo, hombre bueno, inteligente y patriota.

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