jueves, 6 de noviembre de 2008

Calderón carece de capacidad para enfrentar los graves problemas nacionales, declara López Obrador

Ciudad de México, 6 de noviembre de 2008
Servicio informativo núm. 577


Sumario:

I.
Calderón carece de capacidad para enfrentar los graves problemas nacionales, declara López Obrador

II. Juan Camilo Mouriño, por Miguel Ángel Granados Chapa

III. 1938 y 2008: una comparación, por Lorenzo Meyer

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CALDERÓN CARECE DE CAPACIDAD PARA ENFRENTAR LOS GRAVES PROBLEMAS NACIONALES, DECLARA LÓPEZ OBRADOR


Al iniciar la gira de trabajo por 23 municipios de Michoacán, Andrés Manuel López Obrador indicó que la crisis económica, política y social que prevalece en el país se debe a que los potentados no aceptaron que en el 2006 se iniciarán los verdaderos cambios. “Y actualmente —señaló—, el gobierno usurpador en vez de aplicar un programa para frenar la crisis económica y la carestía de la vida, pretende entregar lotes, parcelas del territorio nacional para que empresas extranjeras exploren y exploten el petróleo”.

Asimismo, el presidente legítimo de México afirmó que Calderón en vez de defender al pueblo, rescata a los grandes empresarios y prueba de ello es que Nacional Financiera dio un préstamo de mil millones de pesos a la empresa Vitro, ubicada en Monterrey, Nuevo León.

Durante las seis asambleas informativas que sostuvo este día, López Obrador recordó que el pasado martes entregó el Programa de la Defensa de la Economía Popular a los legisladores del Frente Amplio Progresista en la Cámara de Diputados. En las plazas principales de cada municipio de la tierra del ex presidente Lázaro Cárdenas del Río, explicó que propuso a los diputados del PRD, PT y Convergencia establecer precios de garantía en beneficio de los productores rurales y construir tres refinerías para dejar de importar las gasolinas; “solicitamos que se instrumente un programa de construcción de caminos de concreto para crear empleos, utilizando mano de obra y menos maquinaria, orientado a los municipios de zonas marginadas; e impulsar la industria de la construcción para reactivar la economía y generar empleos”.

Frente a los habitantes de Angangueo, Ocampo, Zitácuaro, Jungapeo, Tuxpan y Uruapan, López Obrador los invitó para que participen el próximo 23 de noviembre en la marcha-mitin que se realizará del Ángel a la Independencia a Bellas Artes para defender el petróleo y la economía popular.

Al término de la reunión informativa con los habitantes de Angangeo, el presidente legítimo de México visitó la Escuela Primaria “Isaac Arriaga”, donde los maestros y estudiantes le solicitaron su ayuda para que reparen las instalaciones del centro educativo.

Ante el llamado de la comunidad estudiantil y magisterial, López Obrador se comprometió a hablar con el gobernador del estado, Leonel Godoy, para que atienda la petición y brindó unas palabras a las niñas y niños de la primaria: “me dio gusto estar con ustedes y no se olviden de decirle a sus padres que estamos luchando para que en México haya justicia”.

En otro orden de cosas, López Obrador se congratuló por la decisión de los estadounidenses de dar un giro político con la elección del senador demócrata Barack Obama como su nuevo presidente. Al conceder una entrevista expresó: “yo creo que fue muy bueno el triunfo de Barack Obama, es muy refrescante y muy alentador, porque hasta en Estados Unidos quieren el cambio”.

Sin embargo, aclaró, “México vive una crisis económica, política y social, porque los potentados, los que se creen amos y señores, impidieron que en el país se llevaran a cabo los cambios necesarios para sacar adelante el pueblo mexicano. Con el fraude electoral de 2006, Felipe Calderón fue impuesto en la Presidencia de la República, resultó ser un inepto y no tiene capacidad para enfrentar los grandes y graves problemas nacionales”.

Los representantes de los medios de comunicación le preguntaron su opinión sobre cuál debe ser el perfil del nuevo secretario de Gobernación. “Lo primero es que se aclare la muerte de Juan Camilo Mouriño, que se realice una profunda investigación y, sobre todo, que se informe a la gente sobre el caso”, demandó.

Para mañana, el presidente legítimo de los mexicanos visitará los municipios de Carácuaro, Nocupétaro de Morelos, Turicato, Tacámbaro y Nuevo San Juan Parangaricutiro.

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JUAN CAMILO MOURIÑO
por Miguel Ángel Granados Chapa

(publicado en Reforma el 6 de noviembre de 2008)

Eficaz desde la discreción de la Oficina de la Presidencia, exponerlo a la atención pública en la Secretaría de Gobernación en enero pasado mostró la vulnerabilidad del amigo de Calderón, al punto de que quizá estaba próximo a ser relevado

Excepto Héctor Pérez Martínez, nunca murió un secretario de Gobernación en el desempeño de su delicada función, hasta que Juan Camilo Mouriño perdió la vida al caer el avión en que viajaba con José Luis Santiago Vasconcelos. Pérez Martínez había sido gobernador de Campeche, el estado adoptivo del ahora finado sucesor suyo. Secretario de Gobernación de Miguel Alemán, y tempranamente señalado como precandidato presidencial, sólo despachó en Bucareli 14 meses y medio, pues falleció de muerte natural el 13 de febrero de 1948.

Mouriño permaneció menos tiempo en esa oficina que su virtual paisano. Nombrado secretario el 16 de enero pasado, apenas duró 300 días en el cargo. Habría sido más breve su desempeño si la fragilidad política que padeció desde su nombramiento no la hubiera suplido el firme apoyo que le brindó el presidente Felipe Calderón que en su responso del martes encomió en su amigo y colaborador virtudes que una amplia gama de voces públicas no vieron nunca o habían dejado de ver en él.

Cercanos durante menos de 10 años (se hicieron amigos a partir de 2000, cuando fueron diputados federales en el numeroso grupo panista en la LVIII Legislatura que encabezó el ahora Ejecutivo), Mouriño desplazó en el ánimo de Calderón a panistas de cuño más antiguo, amigos también de más vieja data del ahora presidente de la República. Pero, si se atiende a los chismes palaciegos que alcanzaron estatus público en semanas recientes, Calderón había llegado al punto de prescindir de su colaborador querido. Apenas el 30 de octubre Mouriño mismo había salido al paso del persistente rumor que lo colocaba ya fuera del palacio de Covián. Dijo que seguía en su cargo, “trabajando con la misma convicción, con el mismo nivel de compromiso y con la misma decisión, de ser parte de esta generación política llamada a transformar el país y de un gobierno que trabaja todos los días por conseguirlo”.

La proximidad de Calderón y Mouriño, expresada continuamente durante el primer lustro de esta década, no interrumpida sino afianzada en el año y medio del infortunio político del ahora Presidente (el que medió entre su renuncia a la Secretaría de Energía y su triunfo en la contienda por la candidatura presidencial del PAN) había llegado a su culminación. Fue manifiesto el poder que Calderón le confirió al reconstruir la Oficina de la Presidencia, dotada de mayores facultades formales y reales que la ejercida al máximo por José Córdoba en tiempos de Carlos Salinas. Actuaba desde allí como una suerte de vicepresidente o jefe del gabinete, no sólo del staff personal que rodea al Ejecutivo, sino del integrado conforme a la Constitución. Paradójicamente, su fuerza decisoria decayó al ser nombrado secretario de Gobernación, no obstante que la intención presidencial pareció la contraria para situarlo como el principal aspirante a la todavía remota sucesión presidencial de 2012.

Al salir de la eficaz discreción con que se movía en Los Pinos y quedar expuesto a la atención pública como miembro formal del gabinete, se discutió su nacionalidad. Nacido en Madrid en el seno de una familia gallega (que retornó a su solar nativo después de construir una fortuna enorme en menos de tres décadas y que ayer se afanaba en llegar a las exequias de su hijo sobresaliente) no quedaba clara su elegibilidad como secretario de Estado, pues la Constitución es rigurosa respecto de la nacionalidad de tales colaboradores del Ejecutivo. Explicado formalmente el cumplimiento del requisito constitucional quedó claro también el ambiguo uso del doble pasaporte que poseyó por lo menos durante el tiempo de sus estudios en la Universidad de Tampa. Permaneció por lo tanto vigente la duda de su idoneidad para un cargo que reclama experiencia y conocimiento profundo de la historia y la política mexicana.

Fue de mayor gravedad y trascendencia el descubrimiento de un conflicto de intereses que protagonizó siendo presidente de la Comisión de Energía de la Cámara. Lo documentó la reportera Ana Lilia Pérez en la revista Contralínea, apenas al mes siguiente del nombramiento de Mouriño. Pero le dio proyección política y tono denunciatorio la exhibición de los contratos hecha en asamblea pública por Andrés Manuel López Obrador, que entregó la documentación a diputados que sólo la manosearon. Pero fue inequívoco, reconocido a la postre por el propio secretario, el hecho de que Mouriño representaba ante Pemex los intereses de su familia, dedicada entre otros giros al transporte y venta de combustibles, al mismo tiempo que en su función legislativa se ocupaba de temas relacionados con esa empresa pública.

Mouriño trastabilló. Dejó ver sus inseguridades, y quedó inhabilitado para la gran operación política en que debía participar: concertar con el PRI la reforma energética. Durante sus meses en la Oficina de la Presidencia había mostrado capacidad para entenderse y aun hacer amistad con los dirigentes reales y formales del antiguo partido del gobierno, con los que departía socialmente. Pero ya no pudo figurar en el largo proceso de la reforma, en que aparecieron protagonistas indeseables y no previstos en la negociación original.

Dejado al margen de ese proceso, no estuvo lejos de la atención pública. Requerida información sobre la fortuna de su padre, la Procuraduría General de la República buscó proteger la reputación de la familia negando acceso a un expediente que finalmente debió entregar al IFAI. En eso estaba Mouriño a la hora de su muerte.

Cajón de Sastre

Nunca se ha reconocido que fueron provocados (quizá porque no lo fueron) accidentes de aviación en que murieron miembros de la clase política. El más antiguo en nuestra memoria es el de Gabriel Ramos Millán, álter ego del presidente Miguel Alemán desde sus días de estudiantes y de fraccionadores en Cuernavaca y la Ciudad de México. Murió el 26 de septiembre de 1949, al estrellarse cerca del Popo el avión de pasajeros en que también viajaba Blanca Estela Pavón. Respecto al accidente en que al llegar a Monterrey murieron, el 4 de junio de 1969, Carlos Madrazo y su esposa, muy tardía y vagamente su hijo Roberto lo ha definido como atentado. Lo hizo después de su derrota en 2006, sin que se animara a denunciarlo legalmente o a demandar una investigación de que se encargara una comisión independiente.

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1938 Y 2008: UNA COMPARACIÓN
por Lorenzo Meyer

(publicado en Reforma el 6 de noviembre de 2008)

Nota de Inicio. Una felicitación a unos Estados Unidos que, finalmente y como conjunto, superaron el racismo. Enhorabuena.

Espíritu. En su mensaje de ocho minutos en cadena nacional del 28 de octubre, Felipe Calderón felicitó a los legisladores por “el patriotismo, la visión y la altura de miras” que, según él, habían mostrado al aprobar una legislación que, en su letra, es diferente a la que él había presentado al Poder Legislativo en abril, y que pretendía legalizar la inversión privada en exploración, extracción, refinación, ductos, almacenamiento y transporte de los recursos petroleros. La reacción del Movimiento Nacional en Defensa del Petróleo logró cambiar bastante los términos de la legislación, aunque no necesariamente su espíritu.

Hacer de una necesidad una virtud es una característica del discurso político. De ello es ejemplo lo dicho por “Los Pinos” en torno al petróleo. Quizá llevado por el entusiasmo de haber visto el fin del largo y complicado proceso por el que atravesó su paquete de iniciativas de ley, Calderón declaró que la reforma aprobada era la más importante en materia de petróleo desde 1938. Sin embargo, “Los Pinos” tomaron como punto de referencia para su argumento una circunstancia histórica que en realidad no favorece la comparación. Y es que el ánimo que hace 70 años movió al presidente Lázaro Cárdenas a resolver de tajo la disputa entre el Gobierno mexicano y las empresas petroleras norteamericanas y angloholandesas mediante la nacionalización de la industria petrolera, es opuesto al que hoy domina en la casa presidencial, en el Congreso, en los partidos y entre los “factores de poder” que pretenden dirigir las actuales circunstancias.

Indicadores. La decisión tomada en marzo de 1938 por Lázaro Cárdenas fue la culminación de un largo proceso que se inició cuando el presidente Francisco I. Madero chocó con el Gobierno norteamericano por haber decretado un impuesto de veinte centavos por tonelada al petróleo exportado. La insólita decisión del presidente Cárdenas dio al Estado mexicano el control pleno de la explotación de los hidrocarburos mediante la expulsión de las empresas privadas extranjeras, fue, ésa sí, una determinación realmente “patriótica, visionaria y con altura de miras”.

El espíritu del 38 significó usar todo el poder del régimen, mediante la nacionalización, para acabar de tajo con las prolongadas controversias legales y políticas entre las empresas extranjeras y el Gobierno mexicano en torno al Artículo 27 y sus leyes reglamentarias. Ese impulso fue también el que alimentó la resistencia a las presiones externas e internas que desencadenó el decreto expropiatorio del 38. La posición inicial de Washington fue que si no se daba marcha atrás o se procedía a pagar de inmediato los bienes nacionalizados, la acción de México dejaría de ser una expropiación para transformarse en una confiscación, situación contraria al derecho internacional y que permitía a Estados Unidos actuar en consecuencia. La voluntad y la habilidad de Cárdenas y del grupo que le rodeó, terminaron por escribir la que quizá ha sido la página más brillante del nacionalismo mexicano. En contraste, la actual reforma petrolera y la clase política que la diseñó y avaló, apenas si lograron insertar un pie de página más en el largo y tortuoso proceso de abandono del viejo proyecto nacionalista; un abandono donde el vacío dejado por el nacionalismo que fue, no ha sido sustituido por algo equivalente o mejor.

En contraste con el espíritu del 38, el que presidió la actual reforma petrolera es uno pobre, que busca disfrazar sus objetivos por carecer éstos de legitimidad a ojos de parte de la opinión pública. La propuesta original para modificar tanto la ley reglamentaria del Artículo 27 como la de Pemex mismo, tuvieron como meta sustituir lo que aún queda del propósito de hacer de esa gran empresa estatal un símbolo de la determinación mexicana de manejar por sí y para sí su recurso natural más estratégico, por un nuevo marco jurídico inspirado en la ideología e intereses económicos de quienes desean que prevalezca un entorno donde la lógica del mercado global determine la asignación de los recursos económicos.

Desde la óptica privatizadora, Pemex es una empresa ineficiente en extremo y la única vía realista para enmendarla es abrirla a la influencia benéfica de la competencia directa y asociación con las grandes petroleras internacionales. Desde esta perspectiva, Pemex debe regirse por las reglas del mercado mundial, producir lo más que pueda para ese mercado y usar sus beneficios para fortalecer las finanzas públicas y evitarle al Gobierno el duro proceso de disminuir el gasto público y/o tener que llevar a cabo una auténtica reforma impositiva.

Juego Sucio. Aunque no se compartan estas premisas y valores, es posible entender el contexto ideológico y político en que surgió la propuesta de reforma petrolera de abril, pero lo que no se puede justificar ni aceptar es el espíritu que dominó al final del proceso reformista, al que se le puede calificar de inspirado por quien no apuesta a un juego limpio. Como se recordará, al término del complicado y tenso proceso legislativo, se intentó hacer pasar de manera subrepticia un cambio en el contenido de la exposición de motivos que había sido enviada por el Senado a la Cámara de Diputados en relación a la ley reglamentaria del Artículo 27 y a la de Pemex. Alguien, sin anunciarlo, cambió la redacción original de la exposición de motivos. Y la razón de tal transformación obedeció a principios poco claros: si bien una modificación a la redacción misma de la ley hubiera obligado a los diputados a devolver el documento a la Cámara de Senadores y a reabrir el encarnizado debate, una modificación a la exposición de motivos no.

Sin embargo, como cualquier exposición de motivos es parte integral y fundamental de la ley, puede ser la base para interpretar “lo que el legislador quiso decir” en relación a cualquier ambigüedad. En suma, en esa introducción está “el espíritu de la ley” y es ahí donde buscó hacer su nido en San Lázaro la mala fe, (véanse los detalles en Reforma y La Jornada, del 29 de octubre).

La modificación intentada no era insignificante, pues pretendía ser el sustento legal para volver a permitir, en el futuro, lo que ya se había autorizado en el sexenio de Miguel Alemán, pero que se había clausurado en 1970: los “contratos riesgo” con empresas particulares. Como se sabe, esos contratos, siempre controvertidos y combatidos por el ex presidente Cárdenas, permitieron que cinco empresas norteamericanas pudieran explorar y extraer petróleo en el Golfo de México con base no en una remuneración fijada de antemano sino en un porcentaje de lo extraído.

El intento por cambiar, sin la debida discusión, dicha exposición de motivos podía acarrear consecuencias. La modificación ampliaba la posibilidad de llevar a cabo “contratos incentivados” entre Pemex y empresas particulares, a las que se ofrece no sólo una suma fijada inicialmente sino incentivos o “compensaciones adicionales” según su desempeño. Como ello era lo que revivía el espíritu de los contratos riesgo, y tras varias consultas que incluyeron al titular de Gobernación, los líderes del PAN y del PRI aceptaron cortar por lo sano y cancelaron dichas modificaciones dentro de las exposiciones de motivos.

Finalmente, el incidente relatado no pasó a mayores, pero eso no le resta importancia, pues mostró la naturaleza del espíritu del legislador, uno empeñado en lograr a la oscuridad de las Cámaras lo que no se alcanzó a la luz del día. Evidentemente, lo anterior obliga a seguir de cerca y con la ayuda de especialistas, la forma como va a operar la nueva legislación, pues por ahora y en el caso del petróleo, es difícil confiar en el “espíritu del legislador” y en los encargados de interpretarlo.

El Gran Ausente en el Debate. Antes de 1938 el sindicalismo petrolero era ya un actor destacado en la industria, pero su importancia se disparó a partir de la constitución del sindicato nacional (SNTPRM) y de la expropiación. En poco tiempo, la organización se convirtió en una base de apoyo del PRI y del presidencialismo autoritario. Desafortunadamente, ese notable aumento de fuerza política fue acompañado de otro: el de la corrupción. Hoy, ninguna reforma de Pemex tiene sentido si no se aborda el tema de un sindicato que ha hecho suya una parte sustantiva de la riqueza que es de todos. Sin embargo, ni los legisladores, ni tampoco el Movimiento en Defensa del Petróleo han querido tomar al toro sindical por los cuernos. Y mientras eso no se haga, ni Pemex ni la democracia mexicana serán lo que deben ser.

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