sábado, 14 de febrero de 2009

El seguro popular, mitos y realidades, por Asa Cristina Laurell

Ciudad de México, 14 de febrero de 2009
Servicio informativo núm. 626


Sumario:

I.
El seguro popular, mitos y realidades, por Asa Cristina Laurell

II. Mariguana: ¿legalizada?, por José Luis Piñeyro

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EL SEGURO POPULAR, MITOS Y REALIDADES
por Asa Cristina Laurell, secretaria de Salud del gobierno legítimo de México

(publicado en La Jornada el 13 de febrero de 2009)

Cuando empezó el Seguro Popular (SP) se insistió en que era una política pública, basada en evidencias científicas y ajena a los postulados partidistas. Asimismo, uno de los ejes declarativos del gobierno de Fox era que habría transparencia en las acciones gubernamentales. El uso directo del SP en la propaganda del PAN y la aprobación del Instituto Federal Electoral de esta conducta coloca —una vez más— en la discusión pública a este programa.

La instrumentación del SP durante cuatro años ha revelado que ambas aseveraciones son ilusorias; no se ha basado en evidencias, ni ha sido transparente. Interesa particularmente ahondar en cuatro hallazgos del análisis de esta política: la tergiversación de la Ley General de Salud, la manipulación del contenido del SP, la ausencia de un seguimiento veraz de su operación y resultados, y su uso político reiterado.

La condición del PRI —los diputados del PRD votaron en contra— para aprobar el SP era la exclusión del sector privado en la prestación de servicios. Una vez aprobada la ley, el Ejecutivo expidió un reglamento que vuelve a incluir al sector privado sin respetar la ley. El PRI no impugnó esta violación.

La manera de presentar el SP ha causado confusión respecto de tres aspectos básicos: sólo es gratuita para el 20 por ciento de la población más pobre, todos los demás pagan prima; su cobertura médica es limitada al Catálogo Universal de Servicios de Salud (CAUSES), que no cubre algunas enfermedades comunes pero caras de tratar, por ejemplo, infartos al corazón o accidentes graves, cuyos tratamientos son pagados por el paciente; además hay restricciones en la afiliación: sólo 14.3 por ciento puede registrarse al año.

La administración del SP ha sido ineficiente y poco transparente. La Auditoría Superior de la Federación (ASF) fiscalizó el programa en la Cuenta Pública de 2005 y presentó los resultados en 2007. Encontró que faltaron por transferir a las entidades 632 millones de pesos. Observó además que existían irregularidades al rededor de 2.1 millones de pesos.

Adicionalmente, la valuación actuarial encargada por la ASF para verificar la sustentabilidad económica del SP llegó a la conclusión de que su déficit financiero alcanzaría los 38 mil millones en 2007, si se prestaran los servicios comprometidos en el CAUSES. Por otra parte, se hizo una denuncia ante la Secretaría de la Función Pública por un daño patrimonial de mil millones en 2007, la cual no se ha resuelto hasta la fecha.

A partir de estas irregularidades, la Secretaría de Salud ha declarado “reservada” toda la información relacionada. Nadie ha sido sancionado administrativamente, mucho menos penalmente, a pesar de que están involucrados miles de millones de pesos.

Uno de los grandes éxitos del SP —según sus promotores— es que ha permitido incrementar el presupuesto de salud. Sin embargo, en 2005 y 2006 se hizo a costa del Instituto Mexicano del Seguro Social, lo que debilitó todavía más este pilar del sistema público de salud.

En 2007, el subejercicio del SP fue de cerca de 5 mil millones, y en 2008, según datos preliminares de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, es de 3.4 millones de pesos. Además se han acumulado 14 mil millones en su fideicomiso. O sea, tan sólo durante los dos años anteriores no se han utilizado 22.4 millones, mientras se registra un grave déficit de infraestructura, personal, medicamentos e insumos médicos, situación que se oculta de manera sistemática.

Por último, en 2006 el PAN capitalino utilizó el SP con fines electorales. Esta transgresión fue impugnada, y el Instituto Electoral del Distrito Federal, a diferencia del actual IFE, multó al PAN. Esta sanción fue ratificada por unanimidad de la sala superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) en enero de 2007. Estamos ante la reincidencia del PAN en una conducta previamente castigada por el tribunal.

La falta de escrúpulos no termina ahí. Ahora, la propaganda del PAN asegura que sus gobiernos luchan por garantizar “servicios y atención médica gratuitos” para todos los que no cuentan con seguridad social. Bienvenido, si fuera cierto, pero no sería el SP, que no es gratuito y tampoco garantiza servicios y medicamentos. Sería la política del Gobierno del Distrito Federal, legislada durante el gobierno de López Obrador en la capital, promovida en su campaña presidencial y apoyada por el movimiento que encabeza.

Si, como sostienen algunos analistas políticos al justificar el fallo del IFE, es sano que las campañas electorales sirvan para dar a conocer los planteamientos de los partidos, habría que exigir que sean verídicos. La ética en la política tendría que ser la pauta y no la mentira a conveniencia.

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MARIGUANA: ¿LEGALIZADA?
por José Luis Piñeyro

(publicada en El Universal el 14 de febrero de 2009)

En varias ocasiones he planteado en este espacio de opinión lo impostergable que es iniciar un debate nacional sobre la despenalización de la mariguana.

Debate que convoque a especialistas de diversas disciplinas (sociólogos, abogados, economistas, médicos, toxicólogos, agrónomos, entre otros), representantes de la sociedad civil (empresarios, comunicólogos, sindicalistas, defensores de derechos humanos, ecologistas) y, por supuesto, a autoridades civiles y militares de los tres niveles del gobierno y del Poder Ejecutivo y Legislativo.

Debate que debe partir del abandono de dogmatismos políticos o morales, en el que prive una discusión basada en análisis científicos desde una perspectiva interdisciplinaria que sopese cuáles han sido y seguirán siendo los costos (humanos, económicos y ecológicos) y los beneficios de mantenerse el enfoque represivo contra el narcotráfico.

En México, los costos sociales de las narcoejecuciones han sido crecientes: 2006 (2 mil 221 personas), 2007 (2 mil 561) y 2008 (5 mil 612), a lo que habría que agregar las personas heridas o traumadas por la guerra a las drogas. Los costos económicos son multimillonarios: una estimación supone 94 mil 300 millones de dólares gastados de 1994 a 2007. De los costos ecológicos (por uso de herbicidas) creo que nadie ha hecho cálculos, mas no han de ser pocos.

Los beneficios que apunta el gobierno son los de siempre: cultivos destruidos, drogas confiscadas, desmembramiento de cárteles, confiscación de armas, vehículos y dinero.

Hace una década, personalidades de las más diversas profesiones e ideologías (Gabriel García Márquez, Milton Fridman, Mario Vargas Llosa, entre otros) se pronunciaron a favor de despenalizar las drogas como la estrategia más efectiva de combate al narcotráfico. Ya ha corrido desde entonces mucha sangre y dinero.

Días atrás, la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia, dirigida por los ex presidentes Cardoso de Brasil, Gaviria de Colombia y Zedillo de México, concluyó que la estrategia represiva y de criminalización del consumo de drogas ha fallado en la erradicación de plantíos y en combatir los distribuidores.

Plantean la despenalización de la mariguana, acompañada de campañas de prevención y rehabilitación de adicciones. Propuesta que presentarán al presidente Obama y a los mandatarios de la Unión Europea, confiando en que éste es pragmático y tiene informes de la ineficacia de estrategia represiva: no ha logrado disminuir el precio de las drogas y sólo ha multiplicado por 10 el número de presos. Las campañas propuestas pretenden reducir la demanda potencial y real de drogas y disminuir el precio de la mariguana como formas de golpear el poder económico de los narcos, además llenar las prisiones con narcotraficantes y no con drogadictos.

¿Habrá sensibilidad en los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, en los partidos políticos y en las agrupaciones empresariales y sindicales para discutir y mejorar la anterior propuesta? Quiero pensar que sí, aunque si nos atenemos a la falta de pragmatismo e imaginación para cambiar la política económica frente a la catastrófica crisis en curso, el optimismo se acaba.

¿Será que al igual que con la crisis económica no se quiere reconocer que hay una crisis de seguridad pública? De hecho, es de seguridad nacional, dadas sus dimensiones territoriales, sociales, económicas e institucionales. Pragmatismo y pacto nacional es la única senda de fortalecimiento de la nación y del Estado.

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