viernes, 27 de marzo de 2009

Cuestión de color, por José Saramago

Ciudad de México, 27 de marzo de 2009

Servicio informativo núm. 665



Sumario:


I. Cuestión de color, por José Saramago


II. La ausente, por Rosario Ibarra


III. El timorato señor Calderón, por Luis Linares Zapata


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CUESTIÓN DE COLOR

por José Saramago

(publicado en El cuaderno de Saramago, http://cuaderno.josesaramago.org, el 26 de marzo de 2009)


Dialogo de un anuncio de automóviles en televisión. Al lado del padre, que conduce, la hija, de unos seis o siete años, pregunta: “Papá, ¿sabías que Irene, mi compañera de clase, es negra?”. Responde el padre: “Sí, claro…” Y la hija: “Pues yo no…” Si estas tres palabras no son propiamente un puñetazo en la boca del estomago, son sin duda otra cosa: un mazazo en la mente. Se diría que el breve diálogo no es más que el fruto del talento creador de un publicitario con genio, pero, aquí al lado, mi sobrina Julia, que no tiene más que cinco años, preguntada sobre si en Tías, lugar donde vivimos, había negras, respondió que no sabía. Y Julia es china…


Se dice que la verdad sale espontáneamente de la boca de los niños, sin embargo, ante los ejemplos dados, no parece que ese sea el caso, puesto que Irene es realmente negra y negras no faltan tampoco en Tías. La cuestión es que, al contrario de lo que generalmente se cree, por mucho que se intente convencernos de lo contrario, las verdades únicas no existen: las verdades son múltiples, sólo la mentira es global. Las dos niñas no veían negras, veían personas, personas como ellas mismas se ven a sí mismas, luego, la verdad que les salió de la boca fue simplemente otra.


Ya el señor Sarkozy no piensa así. Ahora ha tenido la idea de mandar que se realice un censo étnico destinado a “radiografiar” (la expresión es suya) la sociedad francesa, es decir, saber quiénes son y donde están los emigrantes, supuestamente para retirarlos de la invisibilidad y comprobar si las políticas contra la discriminación son eficaces. Según una opinión muy difundida, el camino hacia el infierno está calcetado de buenas intenciones. Por ahí creo que irá Francia si la iniciativa prospera. No es nada difícil imaginar (los ejemplos abundan en el pasado) que el censo pueda llegar a convertirse en un instrumento perverso, origen de nuevas y más sofisticadas discriminaciones. Estoy pensando seriamente pedirles a los padres de Julia que la lleven a París para aconsejar al señor Sarkozy…


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LA AUSENTE

por Rosario Ibarra

(publicado en El Universal, el 26 de marzo de 2009)


En mi mesa de trabajo se van apilando día a día cartas y solicitudes que deslían dolor, angustia, desesperación... Llegan de todo el país con su carga de tristeza, porque las dicta alguna injusticia sufrida por quienes las escriben... Asesinatos, desapariciones, tortura, encarcelamientos, persecución, violaciones, amenazas, que siembran miedo y zozobra en sus hogares.


Cuanto dicen me llega hasta lo más profundo del alma porque lo he vivido y lo he visto en muchos hogares durante más de seis lustros; porque he vivido más de 30 años con el dolor y la rabia trenzados en medio del pecho y con los ojos cansados de ver la repetición sin fin de desmanes y de tropelías, de atropellos y de burla. Como nuevos jinetes del Apocalipsis, cabalgan por este pobre suelo que llamamos patria la corrupción, la impunidad y la simulación, y a su paso van arrancando al pueblo pobre un coro de alaridos de dolor y de impotencia.


A los gobiernos de cuando menos hace ya más de cuatro décadas a nuestros días no ha parecido preocuparles ni el sufrimiento ni la justa ira del pueblo. El actual, distante y ensoberbecido, en una decisión anticonstitucional sacó a los soldados de sus cuarteles y a la larga, con el campo devastado, con el éxodo de pobres hacia el norte, con el incontenible desempleo, con el crecimiento de la miseria y el hambre, hay quienes piensan, y así lo dicen, que acabarán enfrentándose pueblo miserable y pueblo uniformado (espero que se equivoquen)...


Volviendo a las cartas, hay que agregar que a todas se les da respuesta y se envía al remitente copia del reclamo que a su nombre se hizo ante las autoridades responsables de investigar y castigar los ilícitos cometidos en su contra... pero... pero... terminamos por caer en la desesperación más terrible que se pueda imaginar, porque ni siquiera se vislumbra la intención de dar una respuesta favorable.


También en mi modesto escritorio hay otro grupo de cartas: las que llegan de fuera del país, de lugares lejanos en donde algunos de sus habitantes, interesados en la defensa de los derechos humanos, me hacen saber su preocupación por los hechos violentos que saben que se dan en México Al azar tomo una que resulta relativamente reciente, pues llegó el 2 de febrero, en la que me transmiten su preocupación por los casos de San Salvador Atenco que se van volviendo añejos, como los del 16 de julio de 2007, la tortura sufrida por Emeterio Cruz, Raymundo Torres, Jorge Luis Martínez y Eliel González en Oaxaca. Y en Oaxaca también, los asesinatos de José Jiménez Colmenares y Brad Will.


En el mismo estado, las muertes, que se cuentan ya por centenas, de los triquis desde hace más de 10 años, sin que persona alguna haya sido juzgada y castigada por ellas. Los asesinatos de Felícitas Martínez y Teresa Bautista, triquis también, asesinadas por ser las locutoras de la emisora indígena comunitaria La voz que rompe el silencio. El doble crimen continúa impune.


Todo lo anterior llegó por carta o se conoció por los medios de comunicación, pero lo más terrible, lo más doloroso, lo escuché en relatos directos de los familiares y amigos de las víctimas. Un joven que vio morir a su primo y una joven a su hermano, “¡en una fiesta infantil! en la que todavía ni quebraban la piñata”. En ese lugar —dijo el joven— “un encapuchado le disparó a mi primo”. En un lugar distante, “un militar mató a mi primo —dijo otro—, pero qué casualidad, que a los dos meses encontraron los dos cuerpos juntos en una narcofosa”, y se preguntaron los primos de los primos asesinados: “¿El encapuchado era militar también... o qué eran los dos asesinos?”.


Aparte, la joven llorosa decía cómo a su hermano lo mataron en la fatídica fiesta infantil y lloraba también por el crimen espantoso “de una amiguita de 14 años”, cuyo cuerpo se encontró en una calle céntrica de Ciudad Juárez, apuñalada y “estrangulada con un alambre de púas”.


Pido disculpas a los lectores por este espeluznante relato; he sufrido al escribirlo como sufrí al escucharlo, pero es necesario que se conozca y que reunamos nuestros esfuerzos para frenar el galope de la corrupción, la impunidad y la simulación, y para exigir la presencia de la justicia, de la cual desde hace mucho en este país sólo sabemos que es la ausente.


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EL TIMORATO SEÑOR CALDERÓN

por Luis Linares Zapata, secretario de Desarrollo Económico y Ecología del gobierno legítimo de México

(publicado en La Jornada el 25 de marzo de 2009)


Desde el mero inicio del proceso entreguista de la banca mexicana, la decisión cupular de los fundamentalistas neoliberales fue cuestionada en dos de sus vertientes básicas. Una, la principal, porque era incongruente con la independencia y soberanía nacionales, ya que ponía al crucial sistema de pagos en manos foráneas. Las matrices tendrían la última palabra en el diseño de las políticas sin ocuparse de su encaje con las prioridades o la estrategia general del país (de haberla, claro está). La segunda razón apuntaba, sin duda, al ineficiente juego que la banca podría jugar respecto del financiamiento del desarrollo. La experiencia ha confirmado ambos supuestos en sus ángulos más negativos. Hoy se cuenta con una banca extranjera voraz y parasitaria protegida por los hacendistas que son, para estos fines expoliadores, sus mejores abogados. La regulación sólo es formulada en la forma de tibias plegarias para que moderen sus utilidades y cumplan sus compromisos con los usuarios y el país.


La crisis actual, y sus secuelas, han puesto de manifiesto la debilidad gubernamental para llevar a cabo sus tareas básicas. Son varios los sectores de la actividad económica que reflejan la incapacidad del señor Calderón y sus auxiliares para responder a los intereses generales. Él, y sus ayudantes, sólo atienden los de sus protectores y mandantes que son, para estos cruciales motivos, los integrantes de la elite decisoria: esa plutocracia que ha incautado, para su deleite, la mayoría de los recursos nacionales. A esta circunstancia, por demás penosa, el señor Calderón añade sus timoratas respuestas a ciertos desplantes del imperio. La decisión del Congreso estadunidense de cerrar las fronteras al tránsito de los camiones de carga de origen mexicano es un ejemplo señero de la incapacidad oficial para salir, con la energía requerida, en defensa de esas empresas transportadoras locales que han sido afectadas por años.


La elevación de los aranceles decretada desde la insignificante oficina del secretario de Economía no es el antídoto que puede doblegar al infractor. Trabajo les ha debido tomar seleccionar aquellos productos de importación que pueden ser castigados sin afectar seriamente al consumidor interno, ante la imposibilidad de ser sustituidos por los productos o servicios propios. Largos años empleados en desmantelar, con persistente coherencia, la fábrica nacional, da sus frutos ineludibles. Mientras, y después de los tímidos pasos ensayados con los aranceles, los camiones estadunidenses siguen, tan campantes, pasando la frontera y subcontratando a los locales. Han relegado a las compañías mexicanas al papel, poco digno, de segundones alquilados. Idéntica situación se observa con las empresas constructoras locales respecto de las extranjeras que ganan los grandes concursos de obras públicas. Los nativos terminan, en numerosos casos, de capataces para el control del personal ocupado o para tramitar los pequeños detalles de las normas que han sido contrariadas.


La intervención de las autoridades hacendarias, ahora en su triste papel de oráculos de la ley que regula el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y la actividad bancaria, ha sido de una pobreza jurídica que raya en la complicidad más abyecta con el infractor, en este caso con el gobierno estadunidense por su intervención en el capital de Citicorp, la matriz de Banamex. El malabarismo discursivo del secretario Carstens ha sido torpe y vergonzoso. En lugar de aprovechar la ocasión para empezar a corregir el error de la interesada entrega ejecutada por su antecesor, despliega sus pocas dotes de jurista para acomodarse con los poderosos en turno. Según su postura, se permitirá a Washington incumplir la ley por unos tres o seis años y, de persistir la transgresión, pues que alguien más la corrija porque él ya estará instalado en alguna oficina del exterior donde recibirá el pago correspondiente por servicios prestados. Las controversias que se han anunciado por parte de PRD, Convergencia y PRI terminarán en las manos de una serie de ministros que, para estos menesteres del tráfico de influencias y la cortesanía con sus mentores, son tan hábiles como despreocupados del bienestar colectivo.


En el fondo de todos estos follones se halla la irreductible postura de la plutocracia que padece México por sostener el modelo de conducción económica seguido. Se rehúsa a moderar sus privilegios, aunque sea un tanto. No quiere retocar sus aristas más cortantes, menos aún su injusticia intrínseca. Se muestra insensible a los fenómenos inducidos por su aplicación, muchos de ellos intolerables para la sanidad y continuidad pacífica de la vida nacional. La caída esperada de la actividad económica será mucho más drástica que la reconocida por el oficialismo. Los agujeros que la ejecución del modelo ha ido dejando en el aparato productivo y en el cuerpo social de la República se hacen más notables a medida que se avanza en la parálisis mundial del crédito y el consumo. Además, la administración del señor Calderón todavía no ajusta o aclara sus disonancias ideológicas y programáticas con las políticas y acciones introducidas por el señor Obama.


Con el paso de los días su desgobierno se torna, además, incómodo y poco funcional para sus mismos patrones internos que le lanzan reclamos y desprecios por doquier. Una posición de suma debilidad que la batalla contra el narco poco puede paliar. La falta de una visión de futuro que guíe las actividades gubernamentales agrava la situación imperante y rebela la pequeñez de miras y equipamiento conceptual del ensamble panista que se encaramó, ilegalmente, en el Ejecutivo federal.


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