domingo, 5 de abril de 2009

La batalla de Estrasburgo, crónica de Esther Vivas


Ciudad de México, 5 de abril de 2009

Servicio informativo núm. 672


Sumario:


I. La batalla de Estrasburgo, crónica de Esther Vivas


II. G20: Un pequeño retoque de pintura en un planeta en ruinas, por Damien Millet y Éric Toussaint


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LA BATALLA DE ESTRASBURGO

crónica de Esther Vivas

militante de Izquierda Anticapitalista y de Revolta Global-Esquerra Anticapitalista

(tomado de Punto de Vista Internacional (www.puntodevistainternacional.org)


Miles de personas intentamos marchar este mediodía [del 4 de abril] en la ciudad sitiada de Estrasburgo para denunciar las políticas militaristas de la OTAN. Una ciudad sin transporte público, sin transeúntes en las calles y con una fuerte presencia policial con centenares de policías desplegados por toda la ciudad. La respuesta contundente del gobierno de Nicolas Sarkozy ha sido una brutal represión policial que ha dejado a decenas de heridos y la prohibición sistemática del derecho democrático a la libre manifestación.


A pesar de que la marcha había sido finalmente permitida, aunque alejada del centro de la ciudad, en las afueras de Estrasburgo, en una zona repleta de fábricas abandonadas, canales y campo, la protesta ha sido, desde sus inicios, totalmente acordonada por la policía francesa y duramente reprimida con una extrema violencia policial: gases lacrimógenos, pelotas de goma, furgonetas tanque, ráfagas de agua...


Los manifestantes, bien entrada la mañana, intentamos acceder al punto de cita, una amplia explanada en las afueras de la ciudad, para empezar la manifestación convocada a las 13 horas. Pero desde las 9 horas de la mañana todos los accesos al punto de encuentro estaban fuertemente bloqueados por la policía francesa con varios dispositivos de furgonas y antidisturbios.


La policía francesa permitía el acceso a las inmediaciones del punto de encuentro, pero una vez que se intentaba cruzar alguno de los puentes o de las entradas a la explanada, un enorme despliegue policial nos bloqueaba el paso, encerrando de este modo a los manifestantes, lanzando grandes cantidades de gases lacrimógenos a todo aquel que intentaba aproximarse al cerco policial. La tensión aumentaba por momentos.


Finalmente, sobre las 12.30 horas, la policía desbloqueó los puentes que permitían el acceso al punto de encuentro y los manifestantes pudimos avanzar, con paso firme, fuertemente agrupados, rodeados por policía y en un ambiente cargado por el lanzamiento de gas. Los activistas procedentes del otro lado de la frontera, de Alemania, no corrían la misma suerte y su paso estaba fuertemente controlado por la policía quien les impedía avanzar.


Los manifestantes antiOTAN empezamos a llegar por centenares a la explanada de la convocatoria, a pesar de las dificultades para acceder a la misma. Un gran escenario presidía la explanada y los activistas nos fuimos agrupando por organizaciones; el cortejo del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) francés era visiblemente el más numeroso y con gran cantidad de jóvenes, a pesar de que varios de los autocares del NPA que venían de otros puntos del país tuvieron dificultades para acceder al punto de encuentro y llegaron con varias horas de retraso. Música y consignas combativas lanzadas desde el escenario por distintos activistas procedentes de toda Europa animaban la concentración. Una de las intervenciones más aplaudidas fue la del compañero del NPA Olivier Besancenot, gritando “No a la guerra, no a la militarización”.


Mientras en los alrededores de la explanada donde iba a empezar la marcha la tensión iba en aumento: distintos helicópteros sobrevolaban la zona a baja altura y la confrontación entre el bloque negro y la policía iba creciendo por momentos y varias columnas de humo indicaban el recorrido de la confrontación alrededor del punto de encuentro. Finalmente, la policía francesa gaseó la explanada donde estábamos concentrados miles de activistas y la manifestación tuvo que empezar forzosamente acorralada y perseguida por las fuerzas policiales.


Los manifestantes avanzábamos con dificultades únicamente por aquellas pocas vías que no tenían su entrada bloqueada por furgonetas tanque y policiales armados, mientras éramos fuertemente gaseados a lo largo de todo el recorrido y duramente reprimidos con el lanzamiento de pelotas de goma y con agua cuando intentábamos avanzar por aquellas vías que se encontraban cerradas.


La policía dividía a los activistas y finalmente la mayor parte de la manifestación quedó acorralada, incluido el cortejo del NPA y de las organizaciones internacionalistas que lo acompañábamos así como una parte importante del bloque negro y varios grupos de organizaciones pacifistas, en una vía rodeada de antiguas fábricas abandonadas. En un extremo de los concentrados un fuerte dispositivo policial lanzaba gas, agua y pelotas de goma a los que allá nos encontrábamos sitiados. Cuando la manifestación intentaba avanzar en dirección contraria se repetía el mismo escenario. No había salida y los manifestantes nos veíamos obligados a agruparnos mientras que la policía avanzaba en un extremo y en otro gaseando y lanzando pelotas de goma, presionando a ambos extremos del cerco, hasta tenernos totalmente acorralados.


Tras más de una hora de encierro policial, completamente gaseados, bombardeados por ráfagas de pelotas de goma y con personas heridas, y después de 7 horas de que empezáramos a intentar a acceder al punto de la concentración inicial y que nos reprimieran contundentemente con los mismos métodos represivos, la policía levantó parte del cerco en un extremo de los concentrados a través del cual pudimos salir bajo una lluvia de gas, manos al aire y completamente rodeados por tanquetas y policías fuertemente armados. Aún tuvimos que pasar otros cercos policiales, siguiendo la misma dinámica, más identificaciones y registros hasta poder salir de la zona cercada a varios kilómetros del centro de Estrasburgo.


Los hechos de este sábado 4 ponen encima de la mesa cómo en un contexto de crisis aguda económica, social y ecológica, en definitiva de una crisis sistémica del capitalismo, el Estado opta, no sólo por profundizar aquellas políticas neoliberales que nos han conducido a esta situación de crisis, sino que aumenta la represión política y policial ante cualquier tipo de disidencia. Los hechos de esta semana en Londres, la represión al movimiento estudiantil de hace unas semanas en Barcelona y en muchos otros puntos de Europa, se enmarcan en una estrategia de auge de la persecución y la criminalización de todos aquellos y aquellas que optamos por otro modelo y por poner fin al sistema capitalista. Podrán gasearnos, podrán perseguirnos, podrán reprimirnos, pero no conseguirán hacernos callar.


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G20: UN PEQUEÑO RETOQUE DE PINTURA EN UN PLANETA EN RUINAS

por Damien Millet y Éric Toussaint

(tomado de Punto de Vista Internacional (www.puntodevistainternacional.org)


No le falta publicidad a la cumbre del G20 que está reunida en Londres desde el 1 de abril. El grupo de los veinte países más industrializados y emergentes (G20) se ha citado para aportar soluciones a la crisis. Pero mucho antes de la clausura de la cumbre, la constatación es certera: el G20 no estará a la altura del desafío.


Y es que el G20 no se organizó con el objetivo de aportar soluciones, se convocó de prisa y corriendo en noviembre de 2008 para salvar la cara de los poderosos y tratar de rellenar las brechas de un capitalismo en plena crisis. Por lo tanto, es imposible que adopte medidas suficientemente radicales para invertir la tendencia.


Se le pidió a la opinión pública que mirara en dos direcciones que servían para cristalizar la exasperación: los paraísos fiscales y las remuneraciones de los directivos de las grandes empresas.


Por supuesto que hay que abolir los paraísos fiscales. Para ello, es suficiente prohibir a las empresas y a los residentes tener activos o mantener relaciones con asociados establecidos en paraísos fiscales. Los países de la Unión Europea que funcionan como paraísos fiscales (Austria, Bélgica, Reino Unido, Luxemburgo...) y Suiza deben levantar el secreto bancario y poner fin a su práctica escandalosa. Pero ésta no es la orientación tomada por el G20: serán sancionados algunos casos emblemáticos, se pedirá que estos países tomen unas medidas mínimas, y se hará una lista negra de territorios no cooperativos depurada con sumo cuidado (la City de Londres, Luxemburgo y Austria consiguieron no figurar en esa lista).


Por otra parte, las remuneraciones de los directivos de las grandes empresas, que incluye a paracaídas de oro y bonus diversos, son realmente insoportables. En período de crecimiento, los patrones afirmaban que era necesario recompensar a los que aportaban tantos beneficios a la empresa para evitar su partida. Ahora que la crisis está sólidamente instalada y que las empresas ven cómo aumentan sus pérdidas, los de siempre continúan reclamando lo que se les debe. El G20 sólo intentará regular estas remuneraciones, y esto durante un corto tiempo. Lo que no se tocará es la propia lógica de todo esto.


Más allá de los paraísos fiscales y de los super bonus de los patrones, para quienes tampoco se han especificado las eventuales sanciones, los países del G20 seguirán reflotando los bancos. El FMI, a pesar de su descrédito y deslegitimación a escala mundial, se lo colocará de nuevo en el centro del juego político y económico gracias a un aporte de fondos que se producirá desde ahora hasta el año 2010.


Un pequeño retoque de pintura en un planeta en ruinas, he aquí lo que le toca al G20. Sólo una fuerte movilización popular podrá permitir la construcción de cimientos sólidos para elevar por fin un mundo en el que las finanzas estén al servicio de los seres humanos y no al revés. Las manifestaciones del 28 de marzo al 1ro de Abril fueron muy importantes: 40.000 personas en Londres, decenas de miles en Viena, Berlín, Stuttgart, Madrid, Sao Paulo, Brasilia, Roma, Buenos Aires..., con el lema “Qué los ricos paguen la crisis”. La semana de acción mundial convocada por los movimientos sociales del mundo entero durante el Foro Social Mundial (FSM) de Belem en enero de 2009, tuvo, por consiguiente, un eco gigantesco. Aquellos que anunciaron el fin del movimiento altermundista se equivocaron. El movimiento ha demostrado que es perfectamente capaz de conseguir grandes movilizaciones y es sólo el principio. El éxito de las realizadas en Francia el 29 de enero y el 19 de marzo con tres millones de manifestantes en las calles demuestra que los trabajadores, los desocupados, los jóvenes quieren otras soluciones para la crisis, no las que consisten en salvar a los bancos y obligar a los de abajo a ajustarse más el cinturón.


En forma simultánea pero independiente del G20, el presidente de la Asamblea General de las Naciones Unidas, Miguel d’Escoto, convocó una reunión general de jefes de Estado para el próximo mes de junio y pidió al economista Joseph Stiglitz que presida una comisión de propuestas para responder a la crisis global. Las soluciones que se proponen no son apropiadas, demasiado tímidas, pero tendrán el mérito de ser objeto de discusión en la Asamblea General de las Naciones Unidas.


Una nueva crisis de la deuda se está preparando en el Sur, y es la consecuencia de la explosión de la burbuja de la deuda privada inmobiliaria en el Norte. Esta crisis, que afecta actualmente a la economía real de todos los países del Norte, ha provocado una caída de los precios de los productos primarios, lo que ha reducido los ingresos de divisas con las que los gobiernos de los países del Sur reembolsan su deuda externa. Más aún, la contracción del crédito ha conducido a un alza del coste de los préstamos a los países del Sur. Estos dos factores ya están produciendo suspensiones de pago de la deuda por parte de los gobiernos de los países más expuestos a la crisis (comenzando por Ecuador). Seguirán otros dentro de uno o dos años.


La situación es absurda: los países del Sur son prestadores netos respecto al Norte, en primer lugar Estados Unidos, con una deuda externa total de más de 6 billones de dólares (el doble de la deuda externa de todo el Tercer Mundo). Los Bancos Centrales de los países del Sur compran bonos del Tesoro de Estados Unidos. Por el contrario, deberían formar un Banco del Sur, democrático (un país=un voto), con el objetivo de financiar proyectos de desarrollo humano; salir del Banco Mundial, del FMI y del BID, que son instrumentos de dominación; desarrollar las relaciones de solidaridad Sur-Sur, como lo están haciendo los países miembro del ALBA (Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua, Honduras, Dominica); realizar auditorías de las deudas que les reclaman y dejar de pagar las deudas ilegítimas.


El G20 vigilará para que se preserve lo esencial de la lógica neoliberal. Los principios son de nuevo apuntalados, aunque su fracaso esté claro. El G20 reafirma su apego a “una economía mundial abierta basada en los principios del mercado”. Por lo tanto, su sostén al dios mercado no es negociable. El resto es mera palabrería.


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