miércoles, 25 de marzo de 2009

Claves, por José Agustín Ortiz Pinchetti

Ciudad de México, 24 de marzo de 2009
Servicio informativo núm. 663


Sumario:

I.
Claves, por José Agustín Ortiz Pinchetti

II. Cuando señalamos a la luna, los legisladores ven el dedo, por Mario di Costanzo


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CLAVES
por José Agustín Ortiz Pinchetti, secretario de Relaciones Políticas del gobierno legítimo de México

(publicado en La Jornada el 22 de marzo de 2009)

Martí Batres ha escrito un nuevo libro sobre Andrés Manuel (Las claves de AMLO. 2008). Altamente recomendable, sustancioso y bien escrito. Tiene la ventaja de reunir reflexiones de uno de los más cercanos y leales compañeros de lucha del líder tabasqueño, sobre quien se ha escrito un número sorprendente de libros (incluyendo uno mío que, curiosamente, lleva el mismo nombre que el de Martí y que no pudo distribuirse oportunamente). Centenares de ensayos y millares de artículos, muchos escritos por plumíferos para denostarlo. Ningún personaje contemporáneo ha despertado tanta admiración, rechazo, devoción, odio rabioso. De ahí el interés de explicar el fenómeno que implica, de encontrar la clave (la llave) para entrar en el personaje y en sus hechos.

Una realidad indiscutible: AMLO y su movimiento han sobrevivido. Sin más representación que su poder de convocatoria, sin recursos propios, sujeto a un duro cerco mediático, es hoy el líder más importante del país. Es el que pone la agenda al debate nacional. El único capaz de convocar al Zócalo y colmarlo. Lo ha hecho en 32 ocasiones, y lo hará esta misma mañana. Es el más importante líder progresista desde Lázaro Cárdenas. Tanto como presidente del PRD, jefe de Gobierno del Distrito Federal y candidato presidencial ha superado y duplicado los niveles electorales de la izquierda mexicana. Su movimiento tuvo la capacidad de bloquear e impedir la reforma petrolera y hoy, lejos de haberse debilitado, parece emerger con más fuerza, porque la recesión económica ha demostrado que tenía razón en proponer un proyecto alternativo.

A muchos les sorprende el optimismo y el buen humor de AMLO. Lejos de padecer la rabia y el revanchismo que se le atribuye, está bien y de buenas, como suele decir. Ha recorrido 2 mil 83 municipios en 430 días, trasladándose 150 mil kilómetros. Ha constatado que hay un despertar de la conciencia pública, que miles, millones de hombres y mujeres están inconformes y empiezan a entender que sin una nueva organización política no podrá transformarse México.

Ayer, miles de activistas integrantes de comités políticos constituidos ya en casi todos los municipios del país se reunieron en convención en el parque deportivo Reynosa, de Azcapotzalco. Pusieron las bases para fundar y organizar su movimiento. Rindieron protesta y van a iniciar una etapa de expansión y articulación. De seguro los adversarios seguirán diciendo que esta fuerza es un espejismo. Se trata en muchos casos de una “ceguera” malintencionada y en otros de incapacidad para entender que la política en México ya cambió para siempre.

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CUANDO SEÑALAMOS A LA LUNA, LOS LEGISLADORES VEN EL DEDO
por Mario di Costanzo, secretario de la Hacienda Pública del gobierno legítimo de México
(publicado en La Jornada el 22 de marzo de 2009)

En las últimas semanas se ha desatado un tremendo debate sobre la conveniencia de que se regulen las tasas de interés y el costo de los servicios bancarios en el país.

Más aún (y dado que son tiempos electorales), legisladores del PRI encabezados por Manlio Fabio Beltrones, perredistas encabezados por Carlos Navarrete y hasta algunos panistas (no encabezados, puesto que no tienen cabeza) se han convertido en unos verdaderos “ombudsmanes financieros” que, ahora sí, al menos en el discurso se envalentonan contra los bancos y sus abogados, los funcionarios de la Secretaría de Hacienda, y parecen muy decididos a ponerles tope tanto a las tasas de interés que estas instituciones cobran como al costo de los servicios bancarios.

Sin embargo, nuevamente (y como ya se ha hecho costumbre) con el único objetivo de conseguir votos para sus causas, se enfrascan en una absurda discusión que versa sobre el dilema de “regular o no las tasas de interés”, cuando el problema de fondo radica en la “competencia que existe en el mercado bancario mexicano”. En otras palabras, en las reglas del juego que, como siempre, favorecen por mucho a un selecto grupo de instituciones que además de ser extranjeras son las que controlan al sistema financiero.
Basta recordar que la extranjerización de la banca en México se dio como resultado de una crisis bancaria y de su ilegal rescate y no como producto de una política bancaria y financiera que buscara garantizar que el control del sistema quedara en manos del Estado y de los mexicanos.

De hecho, si los legisladores quisieran hacer su chamba deberían haber empezado por revisar los comentarios que hiciera en este sentido Michael W. Mackey, quien fue el auditor del Fobaproa. Pero, desafortunadamente, tanto a los priístas como a los panistas y hasta algunos perredistas el tema todavía los indigesta.

Y señalo lo anterior porque en materia de “reglas del juego” el sistema bancario que opera en México enfrenta dos graves problemas: primero, una tremenda concentración de mercado (oligopolio); y, segundo, una fuerte discriminación a la incipiente banca mexicana.

Pero como dijera Jack El destripador, “vámonos por partes”.

Primero: de acuerdo con la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV), en México existen 43 bancos –desde BBVA-Bancomer hasta el Banco Amigo, pasando por Banorte–; sin embargo, de este total, cinco instituciones (BBVA, Banamex, Santander, HSBC y Scotiabank, todas ellas de capital 100 por ciento extranjero) controlan 70 por ciento de los activos y la captación bancaria; 69 por ciento de la cartera total; 61 por ciento de las 10 mil 354 sucursales y 55 por ciento de los 75 millones de cuentas de depósito que existen. Esto quiere decir que tan sólo 11 por ciento de las instituciones bancarias controlan en promedio 65 por ciento del mercado en el país.

Esta “imperfección de mercado” –como dicen los que dicen saber– permite que estos cinco bancos impongan las “reglas del juego” a las demás instituciones bancarias y al propio Estado mexicano, incluyendo a la Comisión Federal de Competencia, que no ha podido o no ha querido “regular y romper este oligopolio”.

Segundo: la situación se complica si a lo anterior añadimos que dentro de la propia banca que opera en México se observan “clases sociales”. Al respecto, vale decir que bancos mexicanos pequeños no participan de algunos “tratos con el gobierno”. Así, por ejemplo, Ixe o Banco Azteca no manejan la tesorería de Pemex o bien no son los encargados de “bajar” los recursos que el gobierno dice que canaliza a través de Nafin o Bancomext a diversas empresas.

Es decir, a esta incipiente banca no se le permite quedarse con los “jugosas comisiones” que aquello representa, permitiendo con ello que sean fundamentalmente los bancos extranjeros los que se benefician directa o indirectamente de esta situación. Sólo que sus utilidades las remiten a sus matrices en el exterior.

Esto es una pequeña muestra de que tanto para las autoridades que ejercen la regulación y la supervisión como dentro de la misma Asociación de Bancos de México (ABM) se da un proceso de “discriminación” a la incipiente banca nacional, lo que da como resultado que tengamos un mercado bancario con falta de competencia, costoso y con una fuerte discriminación a la banca nacional.

Desafortunadamente (y en gran medida debido a la ignorancia de los legisladores, a la falta de compromiso que han mostrado con el país algunos dueños de bancos mexicanos y a la necesidad de “ganar votos”), ahora los legisladores buscan resolver el problema de “arribita” y no de fondo. Desgraciadamente, en ese intento pueden llegar incluso a violar hasta “la ley de la oferta y la demanda” –que, creo, es la única que les falta por violar–, olvidándose del problema de fondo y perjudicando con ello a las pequeñas instituciones bancarias y financieras mexicanas, y a los usuarios de estos servicios.

No se trata de resolver en un mes lo que se ha gestado por la complicidad de gobernantes, banqueros y algunos empresarios en años.

Por ello, si se quiere contar con un sistema bancario eficaz y eficiente se deben corregir las imperfecciones que no permiten que exista una verdadera competencia en el sistema, sin discriminaciones.

Entonces: los legisladores deben primeramente obligar al cumplimiento de la Ley Federal de Competencia Económica en el sistema bancario que opera en México; y deben adecuar el marco jurídico, para que se promueva el surgimiento de una banca mexicana apegada a las sanas prácticas bancarias, buscando un balance entre beneficio para el país y la rentabilidad de las instituciones, ya que de no poderlo hacer así, se tendría que valorar la nacionalización de la banca que opera en nuestro país.

Desafortunadamente la decisión de la SHCP en torno a Banamex, muestra que el Estado está empeñado en seguir como rehén de estas cinco instituciones, y lo peor de todo, es que tal parece que los legisladores continuarán haciéndoles el juego.

Por ello, como dice mi amigo “el vocal incómodo”: la discusión y el análisis deben ir más allá del dilema de “regular o no regular tasas”. De no ser así, lamentablemente, seguiré sosteniendo que “cuando señalamos a la luna, los legisladores ven el dedo”.

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